Ficha: 125 min. | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2016 País: Francia, Irán Dirección: Asghar Farhadi Intérpretes: Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi, Farid Sajjadi Hosseini, Mina Sadati, Emad Emami, Mojtaba Pirzadeh, Maral Bani Adam   Irán. Un joven matrimonio de clase media se ve obligado a dejar su piso porque el edificio amenaza ruina. Son personas cultas, delicadas, ambos trabajan de actores en una compañía de teatro y él además da clases de literatura en un colegio, donde es muy querido por los alumnos. Se trasladan entonces a vivir a un nuevo piso ofrecido por un compañero. Por un descuido la mujer sufrirá una agresión mientras está duchándose y su marido está ausente. El pesar y la frustración se apoderarán del matrimonio. Vuelve el iraní Asghar Farhadi a entregar una película dramática de alta calidad, que indaga con enorme claridad y contundencia en la fragilidad de la relación matrimonial, algo que está en completa sintonía con sus anteriores trabajos, Nader y Simin, una separación y El pasado. En este caso desarrolla una trama aparentemente más sencilla para hablar de las diferentes reacciones suscitadas tras una agresión: el dolor profundo puede convertirse en un callejón sin salida y dar lugar a imprevistas consecuencias, donde salen a relucir la humillación, el miedo, la culpa, la venganza o el perdón. Llama la atención cómo Farhadi objetiva el conflicto sobre el tapete en la secuencia clave del film, un primor de intensidad, dramatismo y planificación que te deja completamente pegado a la butaca. A veces el mal ocurre por una sucesión de casualidades o porque sencillamente los seres humanos somos imperfectos, las buenas personas también cometen errores, a veces terribles pecados. Pero sumar otro mal al mal ya cometido es otra cuestión, lo cual no significa banalizar lo sucedido. A propósito de esto, maravilla la naturalidad con que Farhadi nos hace comprender hasta dónde llega el interior asqueado del matrimonio (ese plato de spaguetti) o la sutileza con que traslada el peso del dolor de un cónyuge a otro y su modo de afrontarlo. Su futuro está en juego. Asghar Farhadi narra con la cualidad maravillosa de ceñirse a lo esencial, con un sentido de la elipsis excelente. Sin resultar impostado o artificial juega lo justo a los paralelismos entre la vida real y la obra de teatro en que trabajan los dos protagonistas, la pesarosa “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller, pues sumidos en su tragedia personal han de trasladar sus sentimientos al escenario. A la vez, la poética mirada cinematográfica de Farhadi resplandece en algunas imágenes de gran contenido metafórico, como esa grieta inicial sobre el lecho conyugal. La unión y el amor matrimonial es un edificio a menudo inestable, dice Farhadi, es necesario cuidarlo heroicamente para mantenerlo en pie. Es bien merecido el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Eso no quita que El viajante sea una película poco animosa, también porque su atmósfera es totalmente hiperrealista, en el sentido de que la historia, la puesta en escena, las reacciones de los actores, desprenden un verismo absoluto, lo cual traslada un aire poco alentador al conjunto. Los actores están inmensos, pero resulta obligado destacar el impresionante trabajo de Shahab Hosseini, habitual del director. Firma: Pablo de Santiago