Ficha: 126 min. | Biográfico | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2016 País: Alemania, Austria, Francia Dirección: Maria Schrader Intérpretes: Josef Hader, Barbara Sukowa, Tómas Lemarquis, Charly Hübner, Lenn Kudrjawizki, Harvey Friedman, Ivan Shvedoff, Nahuel Pérez Biscayart Una mirada a los últimos años de la vida del escritor vienés Stefan Zweig (1881-1942), de origen judío, que vive fuera de su país, mayormente en Brasil, y al que descompone el ascenso de Adolf Hitler al poder, y el posterior éxodo de tantos amigos y conocidos que huyen del delirio que ha hecho acto de presencia en Europa. Las numerosísimas peticiones de ayuda le sobrepasan, no sabe cómo atenderlas, tantas son, y ello convive con su trabajo literario, las propuestas de conferencias y homenajes, y la atención a su familia, su antigua esposa y los hijos de ella, y su nueva compañera. La actriz Maria Schrader parece haberse propuesto dirigir una película por década, tras La jirafa (1998) y Liebesleben (2007) entrega una valiosa aproximación a un gran novelista, ensayista y biógrafo con discurso propio, proporcionándonos el “mood” melancólico que le llevó a la decisión de quitarse la vida, que a tantos de sus admiradores nos cuesta entender. Estamos ante una película “tranquila” en su desarrollo, donde la narración está muy bien puntuada por las estancias de Zweig en Brasil, Argentina y Estados Unidos, escenarios que sirven para pintar encuentros con otros exiliados y periodistas que querrían que hablara más alto y claro contra el fascismo, algo que no va con su carácter reflexivo o con la falta de eficacia que prevé en el pronunciamiento en determinados ambientes. Hay riesgo estético en momentos como el plano secuencia de arranque en una recepción, con la cámara clavada en el suelo, apuntes suavemente humorísticos para aliviar el drama interno del protagonista –maravilloso Josef Hader– como el homenaje en una recóndita aldea brasileña, gran dignidad a la hora de pintar el encuentro entre la esposa –la gran Barbara Sukowa– y la nueva compañera de Zweig en Nueva York, y un exquisito pudor en el final, mirada fina de Schrader, que se queda clavado hondo en el espectador. Firma: José María Aresté