No me sorprende que Carmen Lomana irrumpiera en el panorama televisivo en forma de ‘shock’ contracultural. Sus maneras educadas destacaron en el ‘torrentismo’ rampante para proporcionarle plaza fija en el Olimpo de iconos ‘no trash’. Claro que hay mucha gente educada, pero es que no suele salir en la tele. En su caso, ser distinta ha supuesto un plus y un billete para el triunfo en la cultura popular, porque de todo tiene que haber y ya hay bastante de lo otro. Así, Laura ha ganado la última edición de ‘Gran hermano’. Laura deja bastante que desear en cuanto a delicadeza, educación, finura y cualquier cosa que a la señorita Brodie de Muriel Spark le hubiera parecido imprescindible para vivir en sociedad. Las broncas de Laura y Marcelo (tercer finalista) han sido homéricas, que diría Barry Fitzgerald en ‘El hombre tranquilo’. En Telecinco aseguraron que por una de esas broncas estuvieron a punto de suspender la final, que los psicólogos tuvieron que entrar por urgencias a la casa. Porque la violencia que desprendía esta pareja era tipo ‘La guerra de los Rose’, pero peor hablada y más gritada. Y a esa chica se la ha premiado con una pasta. Luego ya veremos si volvemos a saber de ella porque a ver qué ha sido de Ángel, el vencedor del año pasado. Sobre todo porque el perfil de endemoniada de barrio ya está bastante cubierto. Y no lo voy a decir por Belén Esteban, que está por encima de todo esto. Lo digo por las tías percales de ‘Princesas de barrio’. Y lo digo sobre todo por las perlas de ‘Hermano mayor’, que si el hermano mayor no fuera tan alto no se atrevía a meterse, que en una de estas va a tener que contratar de ayudante al encantador de perros. Lee Remick tendría más miedo de estos que de su niño en ‘La profecía’. Cómo no vamos a agradecer la presencia de Lomana a/en la parrilla.

Fuente: ROSA BELMONTE (El Diario Vasco, 12.03.11)