En una pequeña población de los Países Bajos vive un pintor llamado Peter Brueghel. Está casado y es padre de ses hijos. Está preparando un cuadro sobre el camino de Cristo hacia el Calvario y observa y toma apuntes de la vida en el pueblo para ambientar la escena.

Los españoles, que dominan en ese momento en los Países Bajos, están llevando a cabo una violenta represión contra herejes y sublevados y Brueghel aprovechará para hacer un paralelismo entre el ajusticiamiento de Jesús y el de uno de los presos flamencos.

 

 

 

Director: Lech Majewski

Intérpretes: Rutger Hauer, Michael York, Charlotte Rampling

Guión: Michael Francis Gibson, Lech Majewski

Duración: 94′

Género: Drama

Estreno: 14/12/2012

Público: +18

Valoración: **

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 0

Acción: 0

Amor: 0

Violencia: 1

Sexo: 2

Crítica:

En 1564 Peter Brueghel “el Viejo”, uno de los mejores pintores flamencos de su generación, termina un cuadro titulado “El Camino al Calvario”. Es una de sus obras más elaboradas y en ella podemos observar todas las geniales características que hicieron que su pintura ocupe un puesto destacado entre los grandes de la pintura del Renacimiento nórdico.

En El molino y la Cruz, el director polaco Lech Majewski rinde un homenaje al autor representándole en el tiempo en el que pintaba dicho cuadro. Para ello realiza una profunda y exhaustiva investigación sobre el método, los bocetos, los encuadres, la perspectiva múltiple y los pigmentos que Brueghel utilizaba en sus obras. El esfuerzo ha sido espectacular y por eso la puesta en escena y todos los elementos visuales de la película son fascinantes. Aplica la tecnología más moderna para mezclar a los actores sobre el fondo digitalizado del cuadro cuando la escena lo exige, consiguiendo así que el espectador se sienta inmerso dentro del cuadro original y pueda pasear mentalmente sin ningún tipo de restricción por el espacio pictórico. Confeccionó además más de 500 trajes con tintes artesanales para lograr que la textura y el color del vestuario se adecuase al de la época.

Pero una película no consiste en una bella presentación por muy trabajada que ésta sea. Hay que darle contenido. Y hay que tener una buena historia que contar. El objetivo que parece tener Majewski (el homenaje al pintor y la sesgada crítica a los españoles y al catolicismo) no bastan, sobre todo, si se van a desarrollar de una manera tan dispersa y tan llena de incongruencias.

La película, superada la fascinación de los primeros minutos, se convierte en una gran incógnita sobre su sentido y acaba soportándose tediosamente hasta su final. Se podría analizar mejor pensando sobre lo que “no” es. Dada su duración no es ni un tableu vivant ni un trabajo de vídeo-arte (género en el que hubiera encajado mejor y en el que el director ha hecho algunas incursiones que pudieron verse en la exposición “Conjuring the moving Image” que el Moma le dedicó en mayo del 2006). Tampoco es un documental (ni un docudrama) debido a sus pocos datos científicos y a los, por desgracia, escasos minutos que dedica a  contemplar cómo trabajaba Brueghel. Y en cuanto al retrato de la vida en los Países Bajos bajo la ocupación española (tema que podríamos considerar principal) está lleno de altibajos e incongruencias. La vida allí, quitando las dos ejecuciones, parece discurrir entre cantos, juegos infantiles, búsqueda de los placeres sexuales (recurrente hasta el aburrimiento), bailes, etc…que si bien son escenas habituales en los cuadros de Brueghel no parece ser lo más adecuado para ilustrarnos acerca de la cruel ocupación española. Nadie nos explica (ni en imágenes ni en palabras) qué pasa exactamente. Y cuando lo hacen o se repiten (como el personaje interpretado por Michael York que habla poco pero lo que dice lo dice dos veces) o nos desconciertan, como cuando dan una concisa explicación de por qué Cristo aparece en el cuadro con la cara oculta, dato equívoco ya que cualquiera puede comprobar que en el cuadro real que la cara de Jesús es perfectamente visible.

Y a pesar de ser un comentario extra-cinematográfico, no me resisto a hacer una breve reflexión teológica. La utilización de Cristo como metáfora de cualquier víctima del mal ajeno tiene raíces evangélicas (“lo que hicisteis a uno de estos a Mí me lo hicisteis”. Mt 25, 40). Pero utilizarle como víctima del propio catolicismo en defensa del calvinismo ya parece excesivo.

 

 

Fuente: Esther Rodríguez