Abordar el tema del padre siempre es cuestión peliaguda. ¿Por aquello de la satisfacción pulsional, la represión inconsciente y la verdad reprimida? Sí, claro, por todo eso, pero además porque nada puede sustituir la mano de un padre a la hora de darte una buena colleja cuando te estás convirtiendo en un imbécil integral. En la televisión, nido de imbéciles integrales, se nota mucho la ausencia de la figura paterna. Diez minutos de“Sálvame”“El gran debate” son suficientes para comprender que muchos de los protagonistas de semejantes esperpentos son víctimas de la inexistencia de progenitor. Incluso por desconocimiento simple de su identidad, de la del padre, usted ya me entiende…

En este ambiente de orfandad masculina se han puesto en antena dos programas, ambos en Cuatro y en prime time: la segunda temporada de “Quién quiere casarse con mi hijo” y el novedoso “Padres lejanos”. Del primero hay poco que añadir: hijos esperpénticos junto a madres grotescas. ¡El éxito está asegurado! Un 14,1% de share en su regreso a las pantallas, con más de dos millones de espectadores dispuestos a disfrutar con esos chicos raros que, acompañados de sus celestinas madres, dicen auténticas memeces y protagonizan escenas rocambolescas.

“Padres lejanos” es otra cosa…Tiene lugar en la Patagonia, lugar lejano y exótico dondeseis padres deben conducir, junto a sus seis hijos, 250 vacas durante 30 días hasta un mercado de ganado. Como vivo a menos de 200 metros de la Cañada Real Leonesa Occidental, las labores de trashumancia no me impresionan: reunir ganado es fácil. Lo difícil es reunir neuronas. De ahí lo rocambolesco del espacio, condenado a mover tres tipos de rebaños: vacuno, familiar y de telespectadores.

El presentador es Manuel Díaz Benítez, más conocido como “El Cordobés II”. Perfecto para el mandado puesto que, según Mariano Blanco, directivo de Cuatro, actúa “guiado por su propia experiencia de haber crecido sin una figura paterna”. Los cerebros de la cadena de Prisa (o de Telecinco, que es lo mismo) han añadido a este torero “seis familias rotas dispuestas a darse una última oportunidad”. Y ya están todos los ingredientes. Nada podía fallar. Con malos modos, gritos, desencuentros, intimidades, vergüenzas, insultos… y un montón de vacas por medio, el éxito audiovisual está asegurado.

¿Complejo de castración? Para nada: necesidad de castración. De todos esos individuos que, a modo de justificación, dicen que la televisión es espectáculo, cuando en realidad hacen programas comerciales infectos, entretenimiento de la peor calaña. Espectáculo son “Quién quiere casarse con mi hijo”“Padres lejanos”. Pero espectáculo sórdido, basado en las miserias humanas, en la utilización del prójimo, en la explotación de los más débiles y necesitados, en la superficialidad absoluta.

 

Fuente: www.eldescodificador.com