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Sira Quiroga ha crecido trabajando junto a su madre, Dolores, en un taller de costura. Con el paso del tiempo, Sira se ha convertido en una habilidosa modista pero, también, en una insensata joven. En contra de la voluntad de Dolores, la costurera deja a su prometido, Ignacio, por otro hombre al que apenas conoce, Ramiro.

Tras obtener una herencia inesperada, la pareja se muda a Tánger con la esperanza de triunfar en un nuevo negocio. Los sueños de jovencita enamorada de Sira se desvanecen al comprobar que el tiempo pasa y los proyectos no llegan. Por fin, Ramiro decide abandonarla, aun conociendo el embarazo incipiente de la mujer a la que ha engañado, llevándose consigo todas las pertenencias de valor.

En un estado de agónico desconcierto, la joven Quiroga coge un autobús para alejarse de Tánger lo antes posible, sin preocuparse por el destino. El viaje le llevará a la ciudad de Tetuán, donde Sira aprenderá a sobrevivir y a enfrentarse, ella sola, a los vaivenes que le depara la vida. Mientras, en España, la Guerra Civil ya es un hecho.

Emisión: Lunes | 22:40 | Antena 3

Género: Serie | Drama

Público: +16

Valoración: ***

Contenidos (de 0 a 6)

Humor: 0

Acción: 1

Violencia: 1

Sexo: 0

Crítica

 Esta ficción recorre con sentido estético los parajes y las épocas que representa. Luce un buen trabajo de técnica cinematográfica y cuenta con solventes actores, algunos más que otros. En su contenido decepciona la narración, básica y nada sugerente, de una historia que parece quedarse corta para tanto metraje. Un producto que, en especial, puede gustar a las mujeres por varios motivos: su protagonista, los trabajos de costurera y los episodios románticos. Pero, intentará cautivar también a los hombres a través de las intrigas, el suspense y las manipulaciones políticas.

En principio, la adaptación a la pequeña pantalla de una novela de éxito, como es el caso de El tiempo entre costuras de María Dueñas y la serie que nos ocupa, puede presuponer el beneficio de la repercusión mediática y la seguridad del reconocimiento ya conseguido por una importante masa de lectores. No obstante, la otra cara de la moneda es la exigencia de cumplir expectativas y de saber reproducir el imaginario colectivo en un producto que responda a sus vivencia literarias.

A este hecho hay que añadir la gran campaña de márketing que ha liderado Atresmedia, el tiempo de espera -dos años- desde que se anunció la grabación de la serie y el suntuoso despliegue de medios que se han utilizado para llevar a cabo su producción. Todas estas estrategias no hacen más que ratificar la esperanza de encontrarse, por fin, con una ficción a la altura de esos otros monstruos de la creación audiovisual que se han utilizado, según dicen, como referentes: la cadena británica BBC o la americana HBO.

Sería injusto no reconocer en este producto español un grandísimo trabajo de ambientación y vestuario y la acertada recreación de entornos, paisajes, culturas y épocas. También se le presta su debida atención a la filmación en exteriores, a la provechosa utilización de la luz natural y a la sugerente fotografía.

Sin embargo, en la filmación de la serie, que roza la calidad cinematográfica en la mayor parte del minutaje, desconciertan esos primeros planos que gritan la evidencia de su misión y desentonan en el conjunto mesurado de esta ficción.

Por su parte, el ritmo es pausado, pero este hecho, que no es malo en sí mismo, se convierte, a menudo, en una herramienta de recreación artística en la que, como en la utilización de esos primeros planos, se vuelve a enseñar con más empeño del necesario lo que en realidad debería ser una sensación sugerida. Es decir, la cámara recuerda al espectador con demasiada evidencia la magnitud de los paisajes, los decorados y el atrezzo.

Llegado el momento de analizar el guión, cabe decir que este producto ya viene «prefabricado» y debe someterse al estilo y la forma de una novela conocida y leída por muchos. Por tanto, los problemas que se derivan de esta coyuntura pueden aplicarse, si se quiere, a El tiempo entre costuras. Lo cierto es que a la narración le falta entusiasmo y autenticidad. En este sentido, las relaciones personales, por ejemplo, se mantienen en una línea superficial que poco, o nada, tienen que ver con las reales, y esa falta de realidad cotidiana afecta a una historia con la que es difícil identificarse.

Con 11 capítulos por delante, de 70 minutos de duración cada uno, se supone que hay tiempo de sobras para relatar una novela. Por tanto, profundizar más en algunos aspectos humanos habría sido muy beneficioso para la serie. Pero aún quedan muchos minutos por delante, así que habrá que esperar para ver si El tiempo entre costuras cambia su rumbo.

En este mismo sentido, los diálogos certifican que los esfuerzos reales se han invertido en los embellecedores visuales. Son tan obvios que no dan juego al intelecto y están tan ajustados al guión que no sorprenden ni conmueven.

En conjunto y en comparación con la oferta existente, El tiempo entre costuras se posiciona con holgura entre los productos mejor facturados. Pero, como serie revelación del año y dado su presupuesto, se le puede exigir un equilibrio real entre las formas y el fondo. Esta es, hace años, la asignatura pendiente de la ficción española.

Fuente: Mar Pons (www.taconline.net)