Cielo de octubre (1999)

Los coheteros

Estados Unidos, años 50. Homer Hickman es un joven fascinado por la hazaña soviética de poner en órbita el satélite Sputnik. Estimulado por el evento, convence a un grupo de amigos del instituto para que se le unan en una meta: construir cohetes y lanzarlos siguiendo estrictos principios científicos. Lo que parece un juego de críos, se convierte en algo muy serio. Así lo advierte John, el algo desilusionado padre de Homer, capataz de mineros en la pequeña localidad donde reside con su familia, que esperaba que su hijo siguiera sus pasos en la mina de carbón.

Joe Johnston (JumanjiRocketeerCariño, he encogido a los niños) logra su película más redonda al seguir la pista a los hechos auténticos protagonizados por un grupo de adolescentes apodados “los coheteros”. Uno de ellos, ingeniero de la NASA en la actualidad, los ha contado en un libro autobiográfico. A diferencia de tantos films recientes que retratan a adolescentes descerebrados, que sólo piensan en acostarse con el chico/chica de al lado o en acudir a fiestas topeguay, aquí hay unos chavales con personalidad, ilusiones, caídas de ánimo, secretos inconfesables, preocupación por el otro… Es la traslación a la pantalla de cómo se convierte en realidad el sueño americano, que en realidad no sólo es americano sino universal. Voluntad, coraje, espíritu de sacrificio y amor pueden y de hecho, cambian las cosas. Ello se muestra con una atmósfera que combina perfectamente nostalgia y magia, sin ñoñerías.

Los cuatro actores que dan vida a los amigos son desconocidos, pero hacen su papel a las mil maravillas. Desde el líder con carisma, al empollón que vive instalado en su genialidad, pasando por el que tiene problemas con su padre alcohólico, vemos seres de carne y hueso, que interesan. Y entendemos la ilusión de una profesora (una recuperada Laura Dern) por sus alumnos, o el miedo de un padre (estupendo Chris Cooper) que conoce demasiado bien lo dura que es la vida, para creer que su hijo pueda dedicarse a algo distinto que a picar piedra. Un film estimulante, con una magnífica dirección artística y fotografía, y una banda sonora épica y vibrante, que incluye temas de los 50 tan pegadizos como Ain’t that a Same de Fats Domino.