Una mente maravillosa (2001)

Tribulaciones de un genio

Tribulaciones de un genio

¿Qué no podrá bordar el neozelandés Russell Crowe? Aún se desconoce. Si en su primera nominación al Oscar se comió al carismático Al Pacino con su papel en El dilema, y en su segunda se hizo con la cotizada estatuilla encarnando al hispano Máximo en Gladiator, en la la gala de 2002 volvió a las listas por tercer año consecutivo gracias a su papel en Una mente maravillosa. El Oscar al mejor actor fue a parar a otras manos, pero Crowe fue sin duda pieza esencial del engranaje de esta película, que con 4 Oscar –película, director, actriz secundaria y guión adaptado– se convirtió en la gran triunfadora de la noche. La película es un biopic de John Forbes Nash, un joven prodigio de las matemáticas que en 1948, cuando contaba veintiún años, demostró su maestría en el manejo de los números con su elaboración de la “teoría del juego”, por la cual recibiría en 1994 el Premio Nobel de Economía. Sin embargo, un genio es un genio, y todos sabemos el mal endémico que suele acompañarles: la excentricidad.

Desde sus tiempos de Princeton, Nash (Russell Crowe) se revela como un tipo huraño, sin apenas amigos, muy metido en el mundo imaginario de los problemas matemáticos. Esto no impide que logre un trabajo de prestigio en el Instituto de Tecnología de Massachussets, donde conoce a Alicia (Jennifer Connelly), quien se convierte en su esposa. Pero la vida de Nash se trastoca cuando es requerido por un tal William Parcher (Ed Harris) para descifrar mensajes en clave para un proyecto de alto secreto militar. Es justo cuando su mente comienza a hacer aguas y se le diagnostica un terrible estado de esquizofrenia.