El sastre de la mafia (2022)

Lo que queda por cortar

Original película ambientada en el mundo de la mafia, con escenario único, una sastrería de Chicago en los años 50, y que aunque podría ser perfectamente una obra de teatro, resulta muy dinámica, por su tensa atmósfera y continuos giros, en ningún momento la historia pierde fuelle.

Sigue al maduro Leonard, meticuloso sastre –él prefiere el término “cortador”– que por misteriosas razones abandonó Londres para establecerse en Chicago. En el establecimiento tiene una única empleada, la joven Mable, a la que trata de formar en el oficio, aunque ella ve su trabajo de recepcionista como algo temporal, tiene sueños más ambiciosos. Uno de los clientes principales de Leonard es el gángster Monk, que usa además la sastrería como lugar de comunicación de sus actividades criminales mediante un buzón colocado en la trastienda. Su hijo Richie y otro matón, Francis, son los que más frecuentan el lugar, mientras Leonard tolera este “peaje”, con una actitud de quien no quiere saber nada de lo que hacen. Pero una noche de violencia en las calles, se presentan en la sastrería Richie, herido de bala, y Francis, con la convicción de que un topo les ha delatado, y su identidad podría ser descubierta gracias a una cinta de cassette que obra en su poder.

Graham Moore ganó el Oscar al mejor guión adaptado gracias a Descifrando Enigma. Ahora coescribe un guión original con el desconocido Johnathan McClain, al tiempo que debuta en la dirección. Y el resultado es más que notable.

Sobre todo, porque la trama te rompe el saque todo el tiempo con múltiples derivadas, nunca las cosas son del todo como parecen. En los primeros compases de la narración la actitud del protagonista, maravillosamente encarnado por Mark Rylance, recuerda al Anthony Hopkins de Lo que queda del día, donde en vez de un mayordomo gran profesional que sirve a un amo indigno, tendríamos a un sastre que corta trajes y “ayuda” a unos indeseables, con la actitud de «lavarse las manos». Y Mable sería para él una suerte de hija ingenua, a la que quiere apoyar en el futuro que está por venir. Pero definitivamente la trama se enriquece y enreda con una Mable que está saliendo con Richie, y con la idea de un traidor en el entorno gangsteril. De modo que la narración se convierte con frecuencia en un juego del ratón y el gato, donde abundan las simulaciones y los trucos, en que se da la vuelta a la tortilla con engaños y sorpresas, que también nos podrían hacer evocar una gran película que tenía origen teatral, La huella.

Hemos hablado de Rylance, que está de Oscar, pero el resto del reparto, menos conocido, lo hace también muy bien. Y es magnífico el diseño de producción, ya sea a la hora de recrear el ambiente sastreril, las telas, los patrones, las tijeras, en la línea de El hilo invisible, aunque la escala y tipo de historia sean muy diferentes, o en el partido que se saca a un escenario de interior limitado, con una fotografía nocturna. La precisión que requiere un buen corte de traje deviene en metáfora de lo que se cuenta, y más allá aún, del propio arte de contar historias.