Dune (2021)

El elegido

Cuidada adaptación de la mítica novela homónima de ciencia ficción de Frank Herbert, ganadora de los prestigiosos premios del género Hugo y Nébula, y que antes fue llevada al cine por David Lynch y convertido en miniserie por John Harrison. El canadiense Denis Villeneuve ya se movió por territorio futurista y galáctico en títulos tan notables como La llegada y Blade Runner 2049, y aquí acierta con un guión coescrito con Eric Roth y Jon Spaihts en dos aspectos muy importantes: saber reducir a lo esencial la trama argumental, sin marear al espectador con datos obtusos sobre el universo en que nos introduce, y la espectacularidad visual, que logra insuflar a la narración una atmósfera épica. Lo cual sirve para atenuar un poco la principal pega que se puede poner a su película, cierta frialdad narrativa, cuesta conectar con unos personajes distantes, sufrir con ellos, hacer nuestras sus cuitas.

La trama se sitúa en nuestra galaxia en el futuro, dentro de unos 10.000 años. El gobierno de los planetas tiene forma de imperio, donde al modo feudal las Grandes Casas sirven al Emperador Padishah. Éste pide al duque Leto Atreides, jefe de la Casa Atreides, que se traslade con su familia –su esposa Jessica, de la Hermandad Bene Gesserit, y su hijo Paul– y el resto de su séquito al planeta Arrakis, cubierto de montañas de arena, donde se explota una especia cuyo comercio a cargo de la Cofradía Espacial es vital para el equilibrio del universo; resulta difícil su obtención, pues bajo el desierto habitan unos monstruosos gusanos. Además hay que tratar con la población local, los belicosos Fremen, una especie de tuaregs del desierto. También toca lidiar con las creencias de los lugareños, que esperan el advenimiento de un Elegido. Elegido que podría ser Paul Atreides, que está teniendo unas extrañas visiones, que no sabe cómo interpretar; a la par el joven vive en un estado de estrecha unión con sus queridos maestros, y con el deseo de aprender a manejar determinados dones, en los que le instruye su madre.

Estamos ante una de esas películas que merecen ser vistas en una enorme pantalla de cine, y no en la de un dispositivo móvil, el lienzo es amplio, y hay un gran acierto en la producción, la dirección artística con un uso del desierto con una magia que no veíamos casi desde Lawrence de Arabia, y un inteligente diseño de vestuario, inspirado en el mundo de las túnicas y velos de Oriente Medio. Son muy vistosas las tormentas de arena y las naves espaciales, las pequeñas con aspecto de libélula y las monumentales, tenemos buenas escenas de combate, se logra una atmósfera espiritual y de costumbres ancestrales intrigante, aprovechando el paradigma narrativo mesiánico que representa Paul Atreides, y que subraya bien la partitura musical de Hans Zimmer.

Y sin embargo… la satisfacción no es completa. No puede evitar quien escribe estas líneas sentirse distante con las luchas de poder que se narran, cuesta implicarse emocionalmente. ¿Quizá con otros actores la cosa funcionaría mejor? Tal vez, aunque no esté claro. Ciertamente los componentes del reparto son grandes profesionales, y brilla por ejemplo Javier Bardem en su pequeño rol, en esta primera entrega de la saga Dune. Pero Timothée Chalamet se antoja una presencia demasiado lánguida y etérea, no acaba de encarnar bien el concepto de “alguien que cobra conciencia de ser alguien especial”. Y quizá porque se quiere pintar a la Casa Atreides con cierto formalismo, a los lazos entre los padres –Rebecca Ferguson y Oscar Isaac– y el hijo les falta algo de garra. Igualmente, otros secundarios aparecen demasiado desdibujados, por eso las lealtades, las traiciones, los sacrificios y las pérdidas apenas puede apreciarlas el espectador en su justa medida.