La vida de Pi (2012)

 

Creerás en Dios

Un escritor necesitado de inspiración concierta por recomendación de un amigo suyo una entrevista en Canadá con Piscine Militor Patel, conocido abreviadamente como Pi. De origen indio, supuestamente Pi es dueño de una historia increíble sobre su propia vida, tan asombrosa que cualquiera que la escuche acaba creyendo necesariamente en Dios. Intrigado, el escritor escucha el sugestivo relato de Pi, cuya familia tenía un zoo en Pondicherry, en la India en los años 70. Su padre se ve obligado a desprenderse del negocio, y viaja con los suyos rumbo a Canadá, dispuesto a vender allí a los animales. Fatalmente el barco japonés en el que navegan naufraga, y Pi sobrevive en una barca con la única compañía de Richard Parker, que a pesar de tener un nombre tan humano se trata nada menos que de un fiero tigre.

Inspirada y sensible adaptación de la novela de Yann Martel, que a priori parecía infilmable, sobre todo en lo referente a la odisea de Pi joven, en medio de las aguas del océano, conviviendo con un tigre y enfrentado a los elementos de la naturaleza. El guión de David Magee (que también escribió el libreto de Descubriendo Nunca Jamás, con la que tiene algunos puntos en común) se estructura alrededor de la entrevista que el escritor tiene con Pi, lo que da pie a un relato punteado con medida por la voz en off del protagonista adulto. Y Ang Lee insufla el relato de una increíble imaginería.

Pi niño, Pi joven, Pi adulto. En Pondicherry, en el mar, en Canadá. En estas circunstancias y con distintos tonos conocemos la vida de Pi y la sabiduría que ha ido adquiriendo con el paso de los años. La parte de la infancia en India tiene algún momento humorístico –la explicación del nombre del protagonista–, pero también pasajes más reflexivos, ya sea el de la la educación a la hora de hablar de la peligrosidad del tigre, o los relativos a la atracción que Pi siente por las distintas religiones, ya sea el hinduismo familiar, el cristianismo del que charla con un sacerdote, o el islam que observa en una cercana mezquita. En efecto, la fe en Dios tiene gran importancia en toda la cinta, la búsqueda del Ser Supremo a quien todo debemos, y ello no con una visión simplona de que todo viene a ser lo mismo, o de que en el “supermercado religioso” hay que servirse lo que a uno más le apetece, sino subrayando el trato personal con la oración y el seguimiento del itinerario que uno piensa que debe seguir, en apertura a la verdad.

También tiene peso en La vida de Pi la idea de la educación –familiar, proporcionada por personas sabias, de la propia experiencia vital, de tradiciones e historias transmitidas de unos a otros…–, representada singularmente por el personaje del padre, un referente expresamente mencionado por Pi, y de la que se sugiera una continuidad por la última escena en que vemos al protagonista con la familia que él mismo ha formado. Y otro acierto es no ceder a la tentación de convertir al tigre en algo distinto a lo que es, un majestuoso, hermoso y fiero animal. No, no tenemos por suerte un gato grande con rasgos casi humanos.

Ang Lee experimenta por primera vez con el 3D, y como otros grandes directores –James CameronMartin ScorseseWim WendersWerner Herzog…– demuestra que se puede sacar partido creativo a este formato y a la tecnología digital. Las imágenes que vemos son de gran belleza de modo que muchos pasajes respiran un aliento poético que encaja muy bien con la idea omnipresente de que Dios juega un papel en la vida del ser humano. De tal modo que el espectador parece obligado a aceptar que, en La vida de Pi, las aguas, los animales, la isla, forman parte del mundo real, no tiene uno sensación de ser testigo pasivo de un cuentecillo de corte fantástico.

La película no cuenta con actores conocidos, a excepción de Gérard Depardieu en un brevísimo papel. Pero los actores indios, empezando por el que soporta mayor peso, el debutante Suraj Sharma que encarna al juvenil Pi, están muy bien, se hacen entrañables. Uno está tentado de comparar La vida de Pi con Slumdog Millionaire, ambas películas manejan perfectamente historias indias que tienen detrás a grandes directores de otras culturas, aquí el taiwanés Ang Lee, en la otra el británico Danny Boyle. Y entrevista o interrogatorio sirven para contar el asombroso ingreso en la madurez de un joven indio.