Dirección: Julie Anne Robinson

Intérpretes: Miley Cyrus, Greg Kinnear, Bobby Coleman, Liam Hemsworth, Hallock Beals, Kelly Preston, Stephanie Leigh Schlund, Nick Searcy

Guión: Nicholas Sparks, Jeff Van Wie

Duración: 107 min.

Público apropiado: Jóvenes

Género: Drama, Romántico

 

Por decine21

laultimacancionCRonnie, una jovencita, y su hermano pequeño Jonah, van a pasar el verano con su padre Steve en una zona playera. Ronnie nunca ha perdonado a su padre que se divorciara, y desde ese momento ha mantenido una actitud de rebeldía que se manifiesta, sobre todo, en su decisión no volver a tocar el piano, a pesar de su innegable talento musical. La convivencia le hará cambiar, así como su encuentro con Will, un guapo chico del lugar.

Estamos ante una película con todos los elementos ‘romanticones’ que caracterizan la obra de Nicholas Sparks. En tal sentido, se trata de un vehículo ideal para preparar la transición de Miley Cyrus, de su personaje adolescente de Hannah Montana a composiciones más adultas. Sin embargo, la sensación es ‘operación de ingeniería’ algo precipitada. Da fe de ello el hecho de que Sparks escribió el guión del film antes que su novela, y que, según dice, siempre tuvo en mente a Cyrus.

El caso es que se encuentran presentes en la trama los diversos tópicos que hemos podido ver en historias urdidas por Sparks, como las de Un paseo para recordar, El diario de Noah y Querido John: amores apasionados, enfermedades mortales, personajes insoportablemente guapos, secretos ocultos, padres que no entienden a sus hijos, hijos que no entienden a sus padres… Todo con una mirada positiva, la idea de que nadie es perfecto, y que hay que esforzarse en la comunicación, para mejorar y perdonar.

El problema es que, aun aceptada la ‘fórmula Sparks’ -a la que se suma la excusa para introducir la canción del título, Cyrus debe cantar, faltaría más-, aquí hay torpeza manifiesta en la introducción de información para el espectador, aportada a trompicones: ahora nos enteramos de que Will pertenece a una familia de ricachones, de pronto sabemos que hubo un accidente mortal, se nos dice luego que el padre estuvo implicado en un incendio, caramba, parece que alguien estaba enfermo y se lo tenía calladito, etcétera, etcétera. Nacen unas tortuguitas, ahora toca una boda, luego un partido de voley playa para lucir tipo, de ‘macarrilla’ pasa Ronnie a parecer una chica bastante normal… En fin, que hay demasiadas concesiones facilonas bajo el paraguas ‘esto es lo que quiere el espectador adolescente, que no es demasiado inteligente’.

Sobre las interpretaciones, poco hay que decir. Es muy efectivo el niño Bobby Coleman, que con pasmosa facilidad pasa de la pura simpatía a las lágrimas que exigen los pasajes lacrimógenos. Greg Kinnear no tiene que esforzarse demasiado para resultar convincente como padre. La Cyrus está a lo que está, a procurar ‘crecer’ como actriz para no quedar fagocitada en un sistema que la identifica como adolescente. Y la apuesta de guaperas con proyección viene de Australia, el desconocido Liam Hemsworth, que llega con vocación de convertirse en ídolo de jovencitas admiradoras de la saga Crepúsculo y similares, a pecho descubierto como mandan los cánones actuales.