El Foro Generaciones Interactivas ha publicado recientemente un informe sobre el uso que los menores hacen de Internet, los videojuegos y el teléfono móvil. Dada la tendencia a la unificación de pantallas, el trabajo se centra más en las actividades que en los distintos soportes físicos. Aparte de la pura descripción de los datos, el autor del informe, Jorge Tolsá, propone un modelo que integre los distintos factores que intervienen en el uso que los menores hacen de las nuevas tecnologías. Solo un enfoque integrador, piensa Tolsá, puede dar cuenta de este fenómeno, y también de los riesgos y oportunidades asociados a él.

Ese modelo integrador debe tener en cuenta las diferencias de uso por sexo y por clase social; debe estudiar la mediación que ejercen los dos contextos de socialización básicos para cualquier menor: la familia y la escuela; debe dar cuenta del marco regulador que existe en cada país respecto de estas tecnologías; debe atender también al mercado de las pantallas y sus estrategias para vender los productos; debe tener en cuenta, por último, las distintas necesidades que el menor busca satisfacer cuando utiliza estas tecnologías: aprendizaje, ocio, consumo y relación social. De ahí que, según Tolsá, el estudio sobre las pantallas y los menores deba abordarse, de forma multidisciplinar.

 

Internet

En primer lugar, Tolsá examina los datos cuantitativos sobre el uso de Internet por los menores. En las tres zonas geográficas, los chicos se conectan más tiempo que las chicas. No obstante, señala Tolsá, las verdaderas diferencias entre los sexos están más en la calidad que en la cantidad de tiempo invertido. Los chicos utilizan la red fundamentalmente para el ocio y la acción: por ejemplo, videoclips o juegosonline. Las chicas se orientan más hacia las relaciones interpersonales y la comunicación: escribir o seguir blogs, actualizar su perfil de las redes sociales, utilizar la mensajería instantánea. Sin embargo, en estas dos últimas actividades, ellas superan a los chicos solo hasta los 13 años; después son ellos los que llevan la delantera.

Un dato interesante es dónde se conectan preferentemente a la red los menores, y si lo hacen solos o en compañía. En cuanto a lo primero, en Estados Unidos, un 33% de los jóvenes entre 8 y 18 años tiene un ordenador personal en su cuarto; un 48% de los europeos entre 9 y 16 años acceden a Internet desde su habitación, aunque muchos lo hacen a través del móvil o la consola. Este dato indica que controlar el ordenador o los ordenadores de casa no es sinónimo de controlar la actividad de los menores en Internet, aunque muchos padres no parezcan haberlo entendido.

Resulta revelador, en este sentido, que en todos los informes citados, el porcentaje de padres que dicen restringir la navegación de sus hijos es superior al de menores que dicen tener restricciones. Parece, pues, que los padres no vigilan tan bien como creen. En España, el 85% de los jóvenes de 10-18 años dicen navegar habitualmente solos, y el 70% afirman que han sido autodidactas en el uso de Internet.

 

El riesgo de la hiperconectividad

Con todo, parece que los padres están aprendiendo a ser más activos: según un estudio de la Kaiser Family Foundation, la proporción de padres norteamericanos que ejercen algún tipo de control sobre Internet se ha duplicado en los últimos 5 años. Los padres europeos han sido tradicionalmente más restrictivos. España supera a la media europea en proporción de hogares que no cuentan con ningún dispositivo de control, como un filtro.

En cuanto a los riesgos que amenazan a los menores en Internet, el informe concluye que no son muy distintos para los chicos que para las chicas. Lo que sí cambia es la sensibilidad hacia ellos: las chicas se muestran por lo general más precavidas.

Sobre las posibilidades que ofrece la red, Tolsá recoge las conclusiones de algunos estudios entusiastas respecto al papel de Internet en la educación de los jóvenes o en su participación social. Se habla, por ejemplo, de que el peer-based learning (aprendizaje basado en la colaboración) que facilita la red –véase Wikipedia o la proliferación de blogs especializados– está creando una alternativa a la instrucción formal. No obstante, Tolsá también cita otros estudios bastante más escépticos, que consideran no demostrada la utilidad de Internet en la enseñanza.

Aunque los teléfonos móviles ofrecen una gama de riesgos y oportunidades en parte distintos a los de Internet, de alguna forma Internet representa el principal atractivo-oportunidad-riesgo: la conectividad o la cara negativa, la hiperconectividad. Una de las objeciones corrientes contra el uso de Internet por parte de menores –cada vez más a través de dispositivos móviles– es que puede llegar a difuminar el orden natural de socialización, que empieza en la familia y se va abriendo progresivamente al resto de la sociedad.