Federico Casalegno es un investigador italiano de 46 años que busca denodadamente atmósferas mediterráneas en el gélido Boston. Un apasionado de las nuevas tecnologías que, no obstante, se muestra crítico con algunos de los efectos colaterales que la implantación de éstas produce.

Desde su privilegiada posición de director del centro de diseño tecnológico MIT Mobile Experience Lab del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), lleva años investigando cómo sacar partido de las nuevas tecnologías relacionando la información, las personas y los lugares. “La inteligencia colectiva y el hecho de que compartamos información puede llevar a eventos catastróficos, como que los hackers puedan destruir sistemas y protagonizar ataques”, explica, “pero si uno cree en el ser humano, lo que ve es a mucha gente contribuyendo de manera desinteresada a proyectos como la Wikipedia, los microcréditos, proyectos de emprendimiento, compartiendo ideas… Cuando la pasión es lo que guía a la gente, se consiguen resultados interesantes”.

En una sala del Centro de Innovación BBVA situado en la madrileña plaza de Santa Bárbara, adonde acudió esta semana a presentar el libroC@mbio. 19 ensayos fundamentales sobre cómo internet está cambiando nuestras vidas, Casalegno cuenta que uno de los de los proyectos de inteligencia colectiva que ha puesto en marcha con el MIT en Brasil, Locast, permitió que jóvenes de las favelas de Río de Janeiro se involucraran en los asuntos de la comunidad usando teléfonos móviles. Las fotos, los vídeos y la información que subían a una plataforma online permitían determinar qué puente había que reparar o dónde había que colocar la parada del autobús. “Fue una manera deempoderar a las comunidades locales”.

Desde el prestigioso instituto radicado en Boston, este Doctor en Sociología de la Cultura y la Comunicación puso en marcha un proyecto en su país natal, Italia. La provincia de Trentino es el lugar en el que recaló la construcción de un prototipo de casa inteligente de 100 metros cuadrados gobernada con criterios de sostenibilidad. Las ventanas de la fachada son dinámicas, de modo que pueden recoger de manera eficiente la energía del sol a lo largo del día. El hogar integra inteligencia artificial y robótica. “Es arquitectura cognitiva: la casa entiende lo que haces y se comporta en consecuencia”. Si hace falta calor, o luz, asigna energía con criterios de sostenibilidad.

Casalegno sostiene que las tecnologías nos acercan, pero también nos pueden separar. Las redes sociales son capaces de generar un cierto aislamiento. “No es lo mismo pelearse en el patio del recreo jugando al fútbol que pelearse online con Robocraft [videojuego bélico]. Mirar a alguien a los ojos y empatizar no es lo mismo que darle al ‘Me gusta”.

Cenar con un adolescente, cuenta, es comprobar que está allí, físicamente, pero que a la vez bloguea, manda mensajes a sus amigos o hace mil otras cosas con su teléfono móvil. “Los estudios ya muestran que hay un déficit de atención entre los más jóvenes. La habilidad de vivir el momento presente, aquí y ahora, está cambiando”.

Considera que aún estamos en una fase muy temprana del avance tecnológico, intentando comprender cómo debemos utilizar los instrumentos que tenemos a nuestro alcance. “Las tecnologías wearableson un paso enorme en la evolución tecnológica, aunque su actual manifestación no sea la más adecuada todavía”. Dice que el reloj, la ropa o las gafas tecnológicas encontraran su traslación y utilidad; pero, tal vez, no, en las actividades cotidianas, como ocurre ahora. Y señala que tampoco conocemos las implicaciones reales de acarrear un teléfono que registra todo lo que hacemos y decimos. “Aún desconocemos el potencial de las tecnologías e Internet. Estamos jugando, experimentando”.

Fuente:  Joseba Elola (www.elpais.com)