Inspirada en el libro de Joe Hill, The Black Phone presenta una película de terror donde los jóvenes protagonistas se enfrentan a un siniestro secuestrador. La lograda ambientación y el acertado reparto elevan la calidad del proyecto frente al guion previsible.

Crítica Black phone


Finalmente, tras la espera, los fanáticos de la novela original The Black Phone, escrita en 2007 por el reconocido autor de miedo Joe Hill, pueden disfrutar su adaptación cinematográfica dirigida por Scott Derrickson.

El argumento conductor de la película es el de un rapto, algo no especialmente inusual en el género de terror. Partiendo de esto, quizá lo distintivo de esta historia en particular es que el secuestro no se presenta a través de un enfoque realista, sino que está plagado de elementos sobrenaturales.

Concretamente, la cinta comienza introduciendo el inquietante fenómeno de la abducción de niños que está azotando al suburbio de Finney Shaw, la futura última víctima del “Captor”. Tras la presentación de este escenario, la narración pasa a estar totalmente guiada por el protagonista y su hermana, Gwen Shaw, interpretados con gran acierto por Mason Thames y Madeleine McGraw –de apenas catorce y trece años de edad–, respectivamente.

A medida que el relato se va desarrollando, se vuelve predecible en algunos aspectos y, debido a esto, el factor espanto se reduce, con la excepción de algún que otro sobresalto que consigue intercalar la trama. Por ello, Black phone se acerca más al thriller, que al horror, donde los sustos son constantes. Sin embargo, ha de mencionarse que, a pesar de su cierta previsibilidad, el largometraje es capaz de mantener al espectador expectante ante lo que sucederá.

En conclusión, la puesta en escena –está muy lograda la ambientación en los 70– y el buen elenco suman calidad al resultado, a pesar de que la crónica es en parte pronosticable y deja varios cabos sueltos.

Firma: Irene Jordán