Esta miniserie americana de 8 capítulos demuestra la madurez que en los últimos años ha alcanzado la ficción televisiva. Una historia real como ésta podría derivar fácilmente hacía el panfleto o el morbo, pero Susannah Grant, la creadora de la serie además de una de las guionistas y directoras, ha sido sensible en el tratamiento con excepción de algún detallismo innecesario. En los 25 años de su carrera había mostrado acierto en películas como Erin Brockovich, Por siempre jamás o En sus zapatos, y algunas series con encanto injustamente menospreciadas: En cuerpo y alma (A Gifted Man) y Cinco en familia. En Creedme ha sumado fuerzas con otros directores y guionistas de prestigio como Michael Dinner (Justified, Sneaky Pete) o Lisa Cholodenko (Olive Kiterridge) y el resultado ha sido sobresaliente.

Una de las mayores habilidades del guion es que logra que el desarrollo de los personajes sea tan interesante como la compleja investigación. Esa pareja de mujeres detectives antagónicas interpretadas de manera memorable por Toni Collete (Pequeña Miss Sunshine, Hereditary) y Merritt Wever (Godless, Historia de un matrimonio) logran una amistad en la que hay humor, dolor y verdad. Son mujeres habituadas a profundizar en los pozos más crueles e inhumanos y cada una sobrevive a su manera, aunque el paso del tiempo les convence de que se necesitan.

También es admirable el retrato de la chica violada a la que nadie cree. La actriz Kaitlyn Dever ya había interpretado un personaje marcado por una adolescencia traumática en la imprescindible Las vidas de Grace (Destin Cretton, 2013). La incomprensión humillante y el dolor que transmite es descorazonador sin caer en ningún exceso interpretativo. A estos imponentes personajes protagonistas se suman varios retratos mínimos excelentes de mujeres marcadas para siempre, y de hombres que tienen un significado crucial en la historia: el becario, el jefe de policía que apoya a las detectives, los maridos. En este aspecto la serie tiene una delicadeza especial por dar recorrido y matices a todos sin caer en el maniqueísmo efectista.

Creedme muestra con un caso real las carencias del sistema jurídico y policial norteamericano al tratar casos de violaciones. En el primer capítulo se detalla un proceso defectuoso e inhumano en el que la víctima tiene que repetir una y otra vez ante hombres diferentes el mismo testimonio macabro. Una serie como ésta pretende sensibilizar al espectador sin manipularle. En mi opinión lo logra plenamente mostrando además una esperanza en el ser humano desbordante en el tramo final. Es una manera coherente de cerrar una serie en que las creencias religiosas aparecen de manera habitual y atractiva como un pilar fundamental del ser humano.