Gideon Raff fue en cierta manera el «alma mater» de Homeland, una serie que marcó el ritmo sobre el cine y la televisión sobre terrorismo islámico. Este director y guionista israelí nacido en Jerusalén en 1972 fue el creador de Prisoners of War en 2009, que fue la serie en la que se basó Homeland en 2011. El espía cuenta la historia real de Eli Coen, un agente secreto del Mossad infiltrado en Siria en la década de los 60. La historia tiene todos los alicientes del género y Gideon Raff maneja los tiempos para que la dosificación de información sea la adecuada. Con un diseño de producción impecable logra sumergir al espectador en ese lujo asiático que resulta atractivo y muy peligroso.

Sacha Barón Cohen vuelve a demostrar que los actores cómicos pueden hacer cualquier tipo de género. Ya le vimos hacer un musical con mucha naturalidad (Los miserables) y en esta ocasión interpreta un protagonista con notable entidad dramática. Su presencia constante en casi todas las escenas no llega a cansar porque su personaje logra seducir al resto y también al espectador con una sugerencia minimalista. Es lógico que su trabajo haya sido nominado a los Globos de Oro.

Aunque hay algún capítulo inicial al que le falta algo más de impulso narrativo, la miniserie es muy interesante al reflejar una época fascinante para el espionaje desde el punto de vista de uno de los servicios de información con más prestigio del mundo. Es un gran acierto del creador dedicar tanto tiempo a la vida matrimonial del espía. Esta vida personal tiene un tratamiento muy sencillo pero eficaz para que el relato no se quede en una trama detectivesca deshumanizada. La serie crece conforme avanza y los dos últimos capítulos son los más valiosos.

Firma: Claudio Sánchez