Netflix no va a dejar un villano suelto. Jimmy Savile murió a los 84 años sin que nadie supiese la verdad sobre él, y por eso este documental mantiene el interés por saber cómo un hombre venerado casi como un santo algo extravagante pudo tener una vida oculta tan tenebrosa. Viendo esta docuserie de dos capítulos de la cineasta británica Rowan Deacon (The case of Sally Challen), es fácil acordarse de una idea muy luminosa del escritor C.S. Lewis, que advertía que cuando tratamos a los hombres como si fuesen dioses, los convertimos en diablos. Jimmy Savile era diferente, simpático y audaz en todas las iniciativas sociales que puso en marcha gracias a un programa de televisión de máxima audiencia durante más de 40 años. Fue nombrado “lord” inglés y tenía una amistad cercana con Margaret Thatcher, el príncipe Carlos, e incluso llegó a ser recibido por Los Beatles o Juan Pablo II.

Este documental deja algunas lagunas imponentes, especialmente la turbia relación con su madre, que se sugiere que puede ser uno de los motivos fundamentales de sus insanas aficciones sexuales por las menores y pacientes con lesiones mentales. Acierta sin embargo la directora al recuperar imágenes de los programas de televisión de Saville que no solo contextualizan su popularidad, sino que también muestras signos evidentes de perversión en constantes y evidentes insinuaciones en directo. La docuserie muestra así una superficialidad de los medios y los espectadores, que en muchas ocasiones anulan su juicio crítico ante el carisma de una estrella de un éxito arrollador. En el segundo capítulo hay algunos detalles innecesarios en la descripción de las desviaciones enfermizas del protagonista, pero el guionista Patrick Smith no subraya ni redunda en esos comportamientos, dejando que la historia cobre fuerza dramática y haga reflexionar sin necesidad de dar todo el protagonismo al morbo.

Firma: Claudio Sánchez