Una docuserie sobre Locomía que ocupa las primeras posiciones en series promocionadas por Movistar. Jorge Laplace había obtenido muy buenas críticas con Carolina Marín: Puedo porque pienso que puedo, y en esta retrospectiva del cuarteto colorido y sus abanicos ha mostrado todas las caras de una moneda que no parecía de gran valor. Pero esa variedad de perfiles es muy expresiva de una España modelada con tópicos que parecían trasnochados, pero que sigue teniendo sus convencidos entusiastas. Los protagonistas de esta historia bebieron el veneno habitual de la fama musical en ese monumento de eclosión de esa fiesta salvaje que fue Ibiza a finales de los 80, y que terminó convirtiéndose en un foco de atracción mundial.

Desde una perspectiva sociológica, el documental no tiene desperdicio al analizar cómo unas letras tan artificialmente vacías se convirtieron en todo una bandera de conceptos como tan complejos como modernidad, felicidad, libertad e incluso familia. Así se consideraban los componentes del grupo inicial en el que había menores, cuernos, drogas y promiscuidad. A toneladas. Finalmente lo que hubo entre ellos fueron dentalladas que terminaron por hacer explotar la gran burbuja que hacía flotar al grupo entre grandes luces de colores y música atronadora.

El epílogo final de la serie parece mostrar a Locomía como uno de los grupos que nos dejó demasiado pronto, y cuya ausencia ha dejado en buena parte huérfano a la cultura y la sociedad de nuestro país en las últimas décadas. Sin dejar de ser ridículo el razonamiento, la seguridad con que se transmite resulta muy revelador. Lo reconozco, esta docuserie me ha hecho pensar, aunque no creo que en la dirección prevista por sus guionistas.

Firma: Claudio Sánchez