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Actualmente la productora A24 es la principal promotora del cine y la televisión independiente. Si en los años 90 Miramax y los denostados hermanos Weinstein impulsaron la obra de cineastas revolucionarios como Quentin Tarantino, en el siglo XXI esta productora neoyorkina ha apadrinado a directores como Greta Gerwig (Lady Bird), Barry Jenkins (Moonlight), David Lowery (A Ghost Story), Lenny Abrahamson (La habitación) o  Robert Eggers (La bruja, El faro). En televisión, la comedia Ramy ha sido su gran éxito internacional.

Aunque su creador principal es el guionista Bridget Begard (Transparent), el principal aliciente de la serie es el estadounidense de descendencia egipcia Ramy Youssef, el intérprete protagonista que acaba de recibir un Globo de oro al mejor actor principal en comedia. Además es productor y creador de la serie. «Todo lo que veía relacionado con musulmanes en el cine o la televisión me deprimía. ¿Por qué no podía haber un personaje que aspirase a la síntesis de lo tradicional y lo moderno? De ahí nació todo».

Estas buenas intenciones provocan situaciones muy originales y divertidas que se ganan inmediatamente al espectador por su espontaneidad y acidez. El protagonista no deja de ser un adulto al que sus padres siguen protegiendo como si fuese un adolescente y eso hace que la serie toque aspectos muy universales en las sociedades occidentales actuales.

El error principal es cuando la serie pretende hacerse moderna hipersexualizando la vida del protagonista y sus relaciones con las chicas. Y eso sucede con mucha reiteración. Ramy se convierte entonces en una serie más sobre adultos inmaduros de tema único (Girls, Fleabag), con una falta de capas y matices que acaba por destruir la vitalidad y dinamismo de los personajes. El humor se hace previsible y simple con unos diálogos que pierden ritmo, interés y originalidad. Una oportunidad perdida imponente de ocupar el tablero de la comedia televisiva que, desde la desaparición de The Big Bang Theory, está bastante huérfano.

Firma: Claudio Sánchez