Hace años que algunos de los grandes guionistas de Hollywood no tienen ningún problema en dejar el cine y la televisión para dedicarse a escribir argumentos y diálogos para videojuegos. Desde su estreno oficial, el 14 de junio de 2013, The Last of Us ha sido considerado el juego por ordenador mejor desarrollado dramáticamente desde un guion muy detallado en la evolución de los personajes y la trama.

HBO max presenta cada lunes un nuevo capítulo sobre la serie que ha adaptado este videojuego bajo la tutela de Craig Mazin, un director y guionista capaz de hacer la mejor serie de esa plataforma (Chernobyl), y algunas comedias paródicas y bobas (The Specials, Superhero movie). La serie empieza con un episodio sensacional de originalidad y ritmo. Casi 90 minutos de máxima intensidad a diferentes velocidades en el que destaca el magnífico prólogo de explicación científica de la pandemia, y el comienzo de la crisis mundial, en el que hay más terror psicológico que físico. Ahí es donde The Last of Us se deshace de la sombra alargada de The Walking Dead (2010-2022), una serie que no dejó de ofrecer en todas sus temporadas algunos capítulos sobresalientes, pero que abusó de las matanzas interminables de zombis.
Esta última semana se ha estrenado el tercer capítulo de la serie, protagonizado por un romance homosexual entre adultos que ocupa casi todo el capítulo. Las redes sociales, casi siempre polarizadas, han destacado este episodio con calificativos habitualmente exagerados. Desde luego es un capítulo de ruptura que sorprende al terminar el primer tercio de la primera temporada. Desaparecen los zombis y los protagonistas de los otros dos capítulos apenas destacan con varios diálogos demasiado insustanciales. Hay que reconocer que los creadores han apostado por los personajes en primer lugar, dejando que la trama apocalíptica ocupe un papel más secundario, y eso hay que agradecerlo. Pero la condensación de un didactismo tan evidente en este tercer capítulo hace que la ficción se pierde innecesariamente en un jardín demasiado transitado.
La serie sabe recuperarse y vuelve a los conflictos dramáticos más universales con acierto hasta llegar al final. Desde el punto de vista técnico la serie sabe acompañar en todo momento con una fotografía, diseño de producción, edición de sonido y música sencillamente perfectos. Igualmente, el reparto combinas caras conocidas (Pedro Pascal, Anna Torv) y actores más primerizos para ofrecer un nivel de interpretación a la altura de una trama muy ambiciosa.
Firma: Claudio Sánchez