Telegram (iOS, Android) es la aplicación de moda. Un servicio de mensajería abierto, seguro y multiplataforma que, como muchos otros antes, va a por WhatsApp. Además, no solo es gratuito, sino que se compromete a no tener publicidad, no vender los datos de los usuarios y no robar sus mujeres y esclavizar a sus hijos (no lo digo yo, lo dicen ellos). Veamos qué ofrece.
A nivel de diseño, poco que comentar: está claramente inspirado en el aspecto de WhatsApp. Una de sus características más novedosas es la posibilidad de autodestruir los mensajes una vez enviados, que es más útil para sentirse un agente del cuerpo secreto más eficiente del país que práctico. Las cosas como son: a mí, que soy imbécil, me encanta esta función, pero lo cierto es que no se me ocurre una aplicación práctica.
Es posible elegir el tiempo que permanecerán los mensajes antes de desaparecer; desde 2 segundos a una semana (eso sí, hasta que no los lee el receptor no comienza la cuenta atrás).
En realidad, lo interesante es que esto se puede hacer en unos chats privados a los que no tienen acceso más que los participantes. Todo está cifrado y ni siquiera Telegram puede interceptar los mensajes. Nadie sabrá que voy a por el pan y que si quieres que te compre unas napolitanas.
Actualmente la aplicación crece en España a un ritmo de unos 200.000 nuevos usuarios al día, lo que supone casi un millón y medio a la semana Es decir, que para octubre estamos todos. Usted, su padre (con perdón), Camilo Sesto y el tesorero del club de fans de Ana Torroja.
De estos 200.000 nuevos usuarios al día ahora mismo tengo 15 contactos, de los cuales hay tres que no son periodistas: dos informáticos y uncommunity manager. A mi novia le dije (por WhatsApp) que se lo instalase y me respondió que flamenca, cuaderno (amarillo), cuaderno (rojo) y pez globo, que creo que es una forma sutil de mandarme a la mierda. Lo cual es curioso, porque tiene un emoticono de una mierda a mano, pero no me pareció prudente preguntar.
Esto, obviamente, no es un estudio concienzudo pero sirve para demostrar que a los periodistas, especialmente a los del sector tecnológico, nos gustan más las burbujas que a Pau Donés un pareado. Al final, le pese a quien le pese, lo que le importa al usuario medio es poder comunicarse con sus contactos. Pero bueno, es gratis y si el ritmo de crecimiento se mantiene, podría llegar a plantar cara a WhatsApp.
Los rivales
WhatsApp. Funciona mal, es de pago, no es segura y hasta su última actualización no se preocupó por cuidar la privacidad de sus usuarios. A pesar de ello, es la que manda. Claro que cosas más inexplicables se han visto. Ahora la imagen de perfil solo la verán aquellos contactos que estén en nuestra agenda y es posible pagar la suscripción de otra persona; un gesto tan romántico como un bloque de hormigón.
LINE. La que más cerca estuvo de destronar a WhatsApp. Comenzó a despuntar en una época en la que ésta funcionaba mal y llegó con un arma secreta: pegatinas. Se puede usar desde el ordenador y todavía goza de popularidad, pero su momento ha pasado. El equivalente tecnológico a un concursante de Operación Triunfo en Eurovisión.
BlackBerry Messenger. Lo único de cierto valor (patentes aparte) que le queda a una compañía que tiene un CEO con el carisma de un plato delentejas y de la que hasta hace poco era Directora creativa Alicia Keys. Tardó demasiado en llegar a iOS y Android.