Ficha: 120 min. | Comedia | Drama Público apropiado: Adultos Año: 2016 País: Alemania, Austria Dirección: Maren Ade Intérpretes: Peter Simonischek, Sandra Hüller, Lucy Russell, Trystan Pütter, Hadewych Minis, Vlad Ivanov, Ingrid Bisu, John Keogh La alemana Maren Ade es una cineasta cualquier cosa menos convencional. Tiene en su haber tres largometrajes como directora, que exploran a fondo las paradojas de la condición humana, y diríase que ha asumido la misión de protectora del portugués Miguel Gomes, de quien ha producido su Tabú además de la trilogía de Las mil y una noches. Toni Erdmann se ha convertido en su película más popular, lo que no significa que sea fácil de ver. Pero está claro que una relación entre padre e hija adulta, donde el primero hace todo lo posible por conectar con la otra, puede erigirse en sólida columna vertebral de una narración. Aquí, a lo largo de casi tres horas, tenemos una trama universal, pero atravesada de circunstancias y detalles que la vuelven tremendamente original, de modo que engancha. Ines Conradi es una joven ejecutiva, soltera y sin ataduras, volcada en alma y cuerpo con su trabajo, que no es feliz, aunque disimula su insatisfacción, siempre lleva puesta, metafóricamente, una máscara, y si su padre le habla claro, se pertrechará de la armadura del cinismo, aunque luego en soledad llore amargamente. Decidido a intentar recuperar a aquella que fue niña y enseñó a montar en bicicleta, Winfried viaja a Bucarest, donde Ines reside desde hace dos años, trabajando en una consultoría. Tras un intento fallido de acercamiento más o menos convencional, quizá logre romperle el saque siguiendo su proverbial afición a las bromas y el fingimiento: así que adopta la personalidad de un tal Toni Erdmann, un tipo excéntrico que sorprende a todas las relaciones sociales de su hija. Ade logra que convivan el drama y la comedia, a veces hay que reír por no llorar, al seguir unas trayectorias donde existen pocas razones de peso para desear vivir un solo día más, somo testigos de las tragedias de seres humanos ridículos, que se entretienen en escalar socialmente o en patéticos juegos sexuales, piensan poco en cómo afectan sus decisiones profesionales a otras personas, y no saben cultivar el amor por quienes deberían ser sus seres queridos. En el nihilismo cotidiano, un movimiento audaz producto de un histerismo azaroso –la recepción del cumpleaños de Ines– puede tener un efecto catártico, pero se nos recuerda con cierta desesperanza que son momentos, momentos que pasan y no logramos aprehender, aunque queramos, estamos en perpetuo movimiento hacia ninguna parte, y sólo cabe, tal vez, hacernos un poco más sabios. Los dos actores principales, Peter Simonischek y Sandra Hüller, están muy bien, y sirven a los propósitos de la directora, bien respaldados por los demás intérpretes, decididamente secundarios. Firma: José María Aresté