Termino al año con la miniserie que algunos han calificado como la mejor de 2021.Yo no llegaría tan lejos, aunque desde luego estaría entre las más valiosas junto con Mare of Easttown, Condena, La asistenta Bruja Escarlata y Visión. 
 
 
La historia real que cuenta esta serie había sido recogida en el libro homónimo de Beth Macy que explicaba el negocio de las farmacéuticas a finales del siglo XX. El guion utiliza los saltos en el tiempo para mostrar como una campaña de imagen puede llegar a desvirtuar la realidad por completo. El personaje de Michael Keaton (excelentemente interpretado como es habitual), representa al amplio sector de médicos que se fiaron de las empresas farmacéuticas a la hora de aumentar las dosis de opiáceos a pacientes, muchos de ellos convertidos con el tiempo en adictos terminales de esas sustancias.
Hay algunos errores de bulto en el desarrollo de personajes excesivamente maniqueos, como por ejemplo el perverso empresario farmacéutico Richard Sackler interpretado por Michael Stuhlbarg. También resulta irritante la agresiva comercial que parece haber salido de un capítulo de Élite o Girls por su conversación monotemática. Por el contrario Kaitlyn Dever (Creedme) vuelve a mostrar sus tablas en personajes vulnerables, aunque en este caso se podría haber cuidado más la presentación y desarrollo dramático para no caer con tanta claridad en el estereotipo.
La serie tiene interés de principio a fin, con sus ciertas caídas de ritmo, pero siempre sabiendo reconducirse hacia las tramas más importantes. Es un relato cruel pero acertado y necesario, con un uso muy atinado de la música y la edición en montajes paralelos para mostrar las terribles consecuencias de decisiones económicas egocéntricas. Su creador, Danny Strong (Empire, Rebelde entre el centeno) ha contado con directores de tanta experiencia como Barry Levinson, ganador del Oscar al mejor director por Rain Man en 1988.
Firma: Claudio Sánchez