Aguas oscuras (2019)

Cuestión de sanidad pública

La historia real de la lucha durante casi veinte años de un abogado de Cincinnati (Ohio) contra el gigante de la industria química DuPont. Todo comienza en 1998, cuando Robert Bilott, recién nombrado socio del prestigioso bufete Taft, recibe la visita de un rudo granjero de West Virginia, que le dice que todas sus vacas se están muriendo. Bilott comienza a investigar el asunto y descubre alarmantes datos que hablan de un envenenamiento masivo de la población.

El tema de fondo no es nuevo y hay películas de referencia, las más claras quizá Acción civil y Erin Brockovich, ambas espléndidas a la hora de mostrar la tozudez de los abogados contra empresas contaminantes. No les va a la zaga Aguas oscuras, cuyo resultado es similar, si no superior. Todd Haynes (Carol), un director que sabe crear atmósferas intensas como pocos, sea cual sea el tema del que habla, adopta aquí un tono dramático y aun siniestro para conseguir transmitir fidedignamente la heroica lucha de un simple hombre contra un imperio empresarial sin escrúpulos. Su camino es el habitual: del seguimiento de un simple caso rutinario hasta el más firme compromiso personal, un itinerario para el que el trabajo de Mark Ruffalo resulta formidable, especialmente impactante a la hora de transmitir su vulnerabilidad, incluso físicamente. Mientras que Anne Hathaway, en su papel de esposa abnegada y madre de familia, le secunda magníficamente con algunas de las escenas más conmovedoras de la película.

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