
Mar España | Exdirectora de la Agencia Nacional de Protección de Datos
La entrevista
Licenciada en Derecho y practicante de yoga, acaba de publicar ‘Así se somete a una sociedad’, donde alerta de la digitalización masiva y sus efectos en los menores y da consejos para capear «la trampa de los algoritmos adictivos»
JOSE ANTONIO GUERRERO – https://www.elcorreo.com/sociedad/
En su último mensaje antes de abandonar Twitter (ahora X) el pasado diciembre, Mar España (Madrid, 61 años) informaba a sus seguidores que dejaba la Agencia Española de Protección de Datos tras más de nueve años como directora para «priorizar otros proyectos vitales». Uno de esos proyectos es formarse como profesora de yoga, disciplina que lleva practicando 25 años; otro es dirigir la plataforma Control Z, que aglutina a asociaciones de pediatría, psiquiatría, neurología y psicología para lograr un pacto de Estado para la desescalada digital; un tercero es volcarse en Fundevas, la organización que preside en apoyo de la salud en los primeros años de vida; y el cuarto es su libro de reciente publicación ‘Así se somete a una sociedad’ (Editorial Roca), que ya va por su segunda edición y en el que alerta de las consecuencias de la hiperdigitalización y propone medidas globales, pero también otras a adoptar en casa desde hoy mismo. Y tanta ‘hiperactividad’ la despliega esta licenciada en Derecho tras solicitar al Estado (es funcionaria del Cuerpo Superior de Administradores Civiles) su jubilación voluntaria.
– ¿Le ayuda la práctica del yoga en este mundo superdigitalizado?
– Completamente. El yoga es todo lo contrario a lo que nos ofrece el mundo hiperdigital, que es poner la atención en el algoritmo adictivo que nos atrapa. El yoga te ayuda a ir hacia adentro. La mente actual, la conectada digitalmente, va saltando de un microestímulo a otro con la atención hacia afuera, y el yoga es el camino de la involución.
– Sí. Yo también me he equivocado como madre. Todos hemos sido familias tontas que hemos dado móviles inteligentes a nuestros hijos a edades tempranas.
– Propone un pacto social para que las familias acuerden entregar smartphones a sus hijos no antes de los 16. ¿Qué utopía, no?
– También era una utopía cuando todo el mundo fumaba en los restaurantes y se crearon espacios libres de humo. Ahora hay que crear espacios libres de pantallas. Hay evidencia científica del daño a la salud física y mental de la exposición digital a edades tempranas. Todos los expertos recomiendan retrasar la entrega del smartphone a los 16 años. Es más difícil si tú y yo lo hacemos solos, pero será más fácil si conseguimos un pacto social y trasladar a la gente que esto es igual de perjudicial que si diéramos alcohol, tabaco o drogas a nuestros hijos. Si yo me preocupo de saber con qué amigos salen mis hijos, no puedo dejarles tener barra libre digital con 12, 13 o 14 años sin saber con quién se están relacionando. Ahora mismo se está produciendo el mayor hackeo cerebral de la historia de la humanidad con algoritmos adictivos que secuestran nuestra atención y provocan graves cambios en el comportamiento de nuestros hijos. Y las familias tenemos que decir basta.
– Lamentablemente sí, pero yo te preguntaría, ¿cuántos ratos nos quedan a lo largo del día sin pantallas? Hay una relación directa entre el deterioro cognitivo y el estar más de dos horas al día conectados a las pantallas. Yo me atrevería a decir que la ecuación es la inversa, es decir que la gente está dos horas sin conectarse.
– ¿Nos atrapan las pantallas?
– Esa es la tendencia y como cada vez estamos con el cerebro más sobreestimulado estamos mucho más cansados. ¿Y qué haces cuando estás cansado y aburrido? Te conectas, porque no te exige una atención consciente. Te dan todo trillado y no te tienes que esforzar. Por eso hay que programar tiempos y espacios sin pantallas si queremos tener una vida plena y relaciones de verdad. Miramos más a las pantallas que a los ojos de nuestros seres queridos, y de las personas en general. Y las tocamos más. La verdadera conexión empieza cuando las pantallas se apagan.
– En España el 35% de las horas que estamos despiertos las dedicamos a ver pantallas…
– Y nos quedamos cortos. Seguramente somos adictos a internet y no lo sabemos. Si no sé salir a la calle sin el móvil porque siento que me estoy perdiendo algo, si no soy capaz de estar cinco horas sin estar conectada, si lo primero que hago nada más levantarme es conectarme, ¡ojito, alerta amarilla!
– La intimidad nunca ha estado tan expuesta, ¿aceptar las cookies es vender el alma al diablo?
– La intimidad y la privacidad van mucho más allá de las cookies. La mayor revolución tecnológica de la historia de la humanidad se está produciendo ahora. Internet está creciendo con la inteligencia artificial cien millones de veces más rápido. Y esto es exponencial porque se retroalimenta. La IA generativa puede manejar billones de datos y vamos a ser más vulnerables al estar mucho más expuestos. La industria tecnológica lo sabe y sabe cómo funciona el sistema psicológico. Estas empresas tienen contratados a expertos en captología. Nos gustan los likes, nos gustan los seguidores y nos dejamos llevar. No solo estamos perdiendo salud física y mental, estamos perdiendo nuestra libertad.
– ¿Se ha obsesionado alguna vez con un ‘me gusta’?
– Nunca.
– ¿El entorno digital es el nuevo salvaje oeste?
– Sí y no. Digo no porque hay reglas y en Europa se da ese plus de protección. Pero la práctica es que a las empresas les compensa pagar la multa porque los beneficios son mayores. Aquí es donde tiene que haber una concienciación social para presentar demandas colectivas por los daños a la salud mental de la hiperconexión digital. Tenemos la mayor epidemia de salud mental de la historia y hay que actuar.
– Muchos que han dejado el móvil aparcado una semana han dicho que se sintieron mejor…
– Yo llegué a estar diez días en un retiro de silencio sin pantallas y fue una bendición, porque te permite conectarte más con la naturaleza y contigo misma.
– La industria de internet nos anima a hacer clic «para mejorar tu experiencia de usuario».
– Yo preguntaría si después de estar enganchado a una serie tras otra o a un vídeo en TikTok ha mejorado tu experiencia vital o tienes una sensación de malestar, de que has perdido el tiempo. Yo no demonizo las redes sociales ni la tecnología, pero propongo un uso moderado. Una copa de vino puede estar bien, pero si me bebo la botella ya tengo otras secuelas. Tenemos que deshacer la vida digital para volver a conectar con la vida real.
– La comunicación digital elimina el rostro, las miradas, el encuentro físico… pero evitar utilizarla sería de tontos, ¿no?
– Pero entre aislarte, que sería un extremo, y estar conectada desde que te levantas hasta que te acuestas hay un término medio. Yo elijo a qué conectarme y si eso va a aumentar mi bienestar o me lo va a quitar. Es la pregunta que nos deberíamos hacer.
– El scroll infinito engancha…
– Sí. Y si me dejo arrastrar cuando me quiera dar cuenta se me ha pasado el tiempo y la vida y por el camino se me ha ido la salud. Si nos cuesta a ti y a mí que somos adultos, ¿cómo le vamos a pedir a un chaval de 14 años que se autorregule? Antes la capacidad de atención era de dos minutos y medio en una web ahora son 47 segundos.
La verificación de edad
– ¿Qué pautas da?
– Las que dan los expertos: de cero a seis años tiene que haber cero uso de pantallas. De seis a doce años, máximo una hora, incluyendo enseñanza lectiva, deberes y ocio. Y a partir de los doce años un máximo de dos horas. Se llegó a un acuerdo en el Consejo Escolar del Estado para prohibir el acceso a los móviles en Infantil y Primaria y limitarlos en Secundaria para temas pedagógicos. Yo pido que se amplíe esa prohibición hasta Bachillerato. Blindemos los espacios libres de pantallas hasta los 16 años y acomodemos la enseñanza digital a las pautas que están dando los expertos. Hay que ir claramente hacia una desescalada digital en el sistema educativo.
– Pero luego en casa cogen el móvil…
– Por mucho que haga el colegio, si la familia da el smartphone a su hijo de 12 o 13 años no avanzamos. Tenemos que asumir nuestra propia responsabilidad. Primero tiene que haber un cambio personal, luego un cambio familiar y un cambio en los ámbitos educativo y sanitario, y la industria se tiene que autorregular con un código de conducta y asumir los criterios de verificación de edad que dimos desde la Agencia de Protección de Datos para evitar el acceso de los menores a contenidos adultos.
– Hablando de la verificación de edad, no sé si le gustaba el nombre del ‘pajaporte’.
– No, no me hacía mucha gracia. Pero se ha demostrado que el servicio de verificación de edad es posible, aunque no se haya implementado. Hay una web española de pornografía que lo está cumpliendo. Llegará un momento en que igual que ahora decimos, pero Dios mío, ¿cómo fumábamos delante de los bebés o cómo conducíamos sin el cinturón de seguridad?, dentro de 10 años diremos, pero ¿cómo dejamos que accedieran al porno niños con 10 años? Hemos demostrado que técnicamente se puede evitar, ¡claro que se puede! Solo hace falta voluntad.
– La adicción a internet lleva a la depresión, la baja autoestima, genera problemas de fluidez verbal, soledad y aislamiento, sueño, fatiga visual, ansiedad…
– Y disminución de la atención, del índice de lectura, del coeficiente intelectual, del incremento en un 300% de las tasas de hospitalización y de que el suicidio sea la mayor causa de muerte entre los jóvenes. Ya no sé qué necesitan los gobiernos para que nos lo tomemos en serio. Por eso necesitamos un pacto de Estado, como el que hubo en su momento contra la violencia de género, para que la ley de protección al menor en entornos digitales (en tramitación en el Congreso) salga mejorada y se modifique la Lomloe, para que en el sistema educativo se haga esa desescalada digital siguiendo los criterios de los expertos en salud.
– ¿Controla usted su tiempo de pantallas?
– Sí. Dos horas después de levantarme y dos horas antes de irme a dormir no me conecto por higiene física y mental.
– ¿Lee libros en formato digital?
– Es la excepción. Me encanta leer en papel, porque es otro ritual, el sofá, tu infusión, la velita, el tacto del papel… es otra historia.
– 375.000 menores, uno de cada 10, va a pasar este verano frente al móvil sin un adulto que esté pendiente. ¿Qué hacemos?
– Hacer planes con los hijos sin pantallas, en la naturaleza, con juegos de mesa… Y que seamos conscientes de lo que hacen los niños y adolescentes. Yo en las charlas pregunto a los padres, ¿quiénes de aquí piensan que sus hijos están consumiendo porno? Ni Dios levanta la mano. Y el 78% de los adolescentes en España están consumiendo porno duro. Si doy a un menor un smartphone con barra libre digital y le dejo que se meta solo en su habitación, es lo mismo que si le das cannabis, whisky y tabaco. Y los padres somos bastante ajenos.
– ¿Qué les diría a Elon Musk y a Marc Zuckerberg?
– Que no hagan con nuestros hijos lo que no hacen con los suyos.
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