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En los años previos a la Guerra Civil de Estados Unidos, Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), un hombre negro libre que vive en Nueva York, es secuestrado y vendido como esclavo. Solomon deberá luchar no sólo por continuar vivo sino también por preservar su dignidad frente a la crueldad de su amo (Michael Fassbender).

Director: Steve McQueen

Intérpretes: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Quvenzhané Wallis, Brad Pitt

Guión: John Ridley

Duración: 133′

Género: Biográfico, Drama, Histórico

Estreno DVD: 22/04/2014

Público: +18

Valoración: ****

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 0

Acción: 2

Amor: 1

Violencia: 4

Sexo: 2

Crítica:

Hay asuntos vitales, hechos históricos y actitudes que, por muchas veces que se hayan convertido en relatos cinematográficos (con desigual calidad y profundidad en su discurso), jamás pierden vigencia ni idoneidad para volver a ser contados. De hecho, la radicalidad de su injusticia acostumbra a pedir más narraciones que, al estilo de la catarsis aristotélica, nos conduzcan por caminos de aprendizaje vital a través de la ficción.

Steve McQueen es un cineasta británico que, con una corta pero intensa filmografía, se ha labrado cierta reputación como ilustrador de situaciones límite para el hombre, bien en relación a sus convicciones (Hunger) bien a la carencia de las mismas (Shame). Para 12 años de esclavitud ha escogido, como para su primera película, una historia real, basada en la autobiografía de Solomon Northup, publicada en 1853 y, por tercera vez, ha contado con Michael Fassbender para un papel principal.

Con la intención de cubrir en pantalla más de una década y de convertir el caso de Solomon en paradigmático de muchos otros que sucedieron en ese momento, Steve McQueen esculpe una película ambiciosa, aunque su pretensión no es arrogante ni hueca. Con John Ridley (responsable de la atípica pero solvente Tres reyes) escriben y encuadran, en un combinado de dolor y belleza, un periplo que tiene mucho de lírica y algo de épica, dentro de los marcos de la resistencia.

Chiwetel Ejiofor se hace con el papel de principio a fin y encarna con un vigor inusitado la duda ante qué estrategia seguir (la lucha directa por la libertad o la indirecta y algo connivente) y el progresivo duelo por todo lo perdido.

Aunque McQueen y Ridley no erradican la esperanza –ni en el personaje principal ni en algún secundario-, el guión ofrece un elenco de seres humanos carcomidos moralmente por las circunstancias legales del país, que permitían la esclavitud. Desde el frío traficante y vendedor de seres humanos, interpretado por un feroz Giamatti; pasando por el bondadoso aunque cobarde amo Ford (un verosímil Cumberbatch) o los diversamente pusilánimes Tibeats o Armsby; hasta el salvaje Epps (un terrorífico Fassbender) y su también podrida mujer; todos ellos son menos libres que el encadenado protagonista.

Aquí la película abre y permite un jugoso debate, enriquecido, por un lado, por el personaje de Bass (un Brad Pitt de trabajado acento) que pronuncia las frases más alentadoras del film: las leyes cambian pero lo universal no, lo que es bueno o malo lo es para siempre y para todos.

Y por otro, por una fotografía que ilumina con cadencia una naturaleza sureña entre lo exhuberante y lo lánguido, medio anegada por las aguas, que se convierten, así, en una metáfora de esa misma sociedad anegada por la hipocresía (se nombra constantemente a Dios, que ha hecho libre al hombre, mientras los actos y sentimientos van, precisamente, en su contra). Y como es habitual, Hans Zimmer corona instrumentalmente una película salvaje y profundamente humana en su denuncia y defensa de la dignidad y libertad de la persona.

Fuente:  Lourdes Domingo (www.taconline.net)