Ficha:

110 min. | Drama

Público apropiado: Adultos

Año: 2015

País: Argentina, España

Dirección: Pablo Trapero

Intérpretes: Guillermo Francella, Peter Lanzani, Lili Popovich, Gastón Cocchiarale, Giselle Motta, Franco Masini, Antonia Bengoechea, Stefanía Koessl

 

Las andanzas en los años 80 del siglo XX de la familia Puccio, una familia bien del barrio de San Isidrio en Buenos Aires, Argentina. En apariencia conforman un hogar burgués normal y corriente, llevado con mano de hierro por el patriarca, Arquímedes, y donde descolla entre los hermanos el hijo mayor, Alejandro, estrella del equipo de rugby Los Pumas, y al que su progenitor ha puesto una tienda de wind surf. Pero tras la capa de la respetabilidad se oculta una banda dedicada al secuestro y a la extorsión, donde el asesinato es moneda corriente. Algunos miembros de la familia participan activamente en los hechos delictivos, otros no saben o prefieren no saber.

Pablo Trapero escribe y dirige con pulso firme este film basado en hechos reales, donde ha contado con el apadrinamiento en la producción de los hermanos Almodóvar, Pedro y Agustín, que parece que se han aficionado a apoyar al cine argentino, antes respaldaron a Damián Szifrón y Lucrecia Martel. Parecen referentes algunos títulos del género gangsteril donde la familia tiene importancia primordial, se puede pensar en El padrino y Los Soprano, está claro que a los clanes fílmicos mafiosos de los Corleone y los Soprano pueden sumarse sin rubor los Puccio, con el añadido de que estos personajes han existido de verdad.

Se detecta un dominio de la narración fílmica cada vez mayor en Trapero, la escena con Arquímedes paseando por su casa con un plato de comida es antológica. Por no hablar del prólogo de casi diez minutos, que antecede al plano con el título del film, El Clan, una secuencia de carácter impresionista donde está muy bien pintada la Argentina recién salida de una dictadura y una guerra, caldo de cultivo social que puede ayudar a entender la existencia de una familia tan aberrante como los Puccio, donde el padre, Arquímedes –gran composición a cargo de Guillermo Francella de este desalmado frío, manipulador y soberbio–, ha orquestado un “modus vivendi” del que se siente muy orgulloso, pero donde rehúsa que nadie pretenda moverse para no salir en la “foto”. Resulta verdaderamente sobrecogedora la contemplación de la corrupción de toda una familia, una conciencia petrificada en diferentes estadios, según el personaje de que se trate, pero hundida sin casi capacidad de elegir en el lodazal.

Con gran habilidad, el cineasta argentino describe la doble vida de los personajes, sobre todo Arquímedes y Alejandro, donde no existe un resquicio de piedad a la hora de tratar a las víctimas, ni tampoco remordimiento, es la completa falta de moral lo que hiela la sangre del espectador; y por supuesto la religiosidad “padrinesca”, que asoma en algunos momentos aislados –la bendición de la mesa, las imágenes de vírgenes y el Papa que adornan las paredes– es una pátina hipócrita, pura rutina. No obstante asoman las grietas en alguno de los implicados, aunque sólo sea por un “no lo soporto más”.

Trapero recurre en su brioso film a un estilo deconstruido, alternando en la narración brevísimos planos, flashes, del asalto del hogar de los Puccio por unos hombres armados, cuya identidad inicialmente desconocemos, con diferentes secuestros del pasado y momentos de la vida normal de los Puccio, incluido el enamoramiento de Alejandro hacia una chica, Mónica, que por supuesto no sabe nada de lo que hace el otro. Llegado cierto punto de inflexión, el epílogo que podría describirse como judicial, aunque suponga cierto cambio de tono, está perfectamente imbricado en la trama, hasta conducir a un poderoso y abrupto desenlace, donde el espectador tiene la sensación de haber recibido un tremendo puñetazo en el estómago.

Firma: José María Aresté