Ficha: 89 min. | Comedia | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2016 País: Reino Unido Dirección: János Edelényi Intérpretes: Brian Cox, Anna Chancellor, Emilia Fox, Coco König, Karl Johnson, Selina Cadell, Andrew Havill, Roger Moore, Richard Ridings, Andor Lukáts Sir Michael Gifford, pasional, vehemente y caradura, en otros tiempos aclamado y venerado actor, lleva años recluido en su gran mansión, debido a una enfermedad degenerativa. Le acompañan sus más allegados colaboradores, su sirviente, su ex amante, su hija, su médico. Pero se sienten impotentes para cuidarle, pues Mr. Gifford hace alarde de un carácter indomable, arisco y desagradable. Cuando llega una nueva cuidadora, Dorottya –jovencita con aspiraciones a actriz–, todos piensan que durará sólo unas horas. Sin embargo, se equivocan. La conexión entre ella y su “paciente” será asombrosa. Deliciosa película británica en donde el veterano director húngaro János Edelényi ofrece un reconfortante homenaje al mundo de la interpretación y en especial al universo de William Shakespeare, un autor al que ya dedicó una película en 1974 que adaptaba “Ricardo II”. Como si de una composición dramatúrgica si tratara el guión firmado por Gilbert Adair, Tom Kinninmont y el propio Edelényi es un ejemplo de equilibrio y ritmo, con un soberbio retrato de la galería de personajes que se mueven en escena y unos diálogos divertidos, directos, que aúnan naturalidad y una perfecta pomposidad cuando se trata de citar literalmente al bardo de Stratford-upon-Avon, cuyas palabras enriquecen una y otra vez conversaciones que hilan con primor sentimientos, exaltaciones y reacciones cotidianas del protagonista y su cuidadora. Rodada con exquisitez, con el fin de contar el ocaso de quien fuera en otros tiempos una gran estrella, triunfador y afamado, para el que es preciso conservar su pretérita gloria, la película saca partido al imaginario bucólico inglés: castillo campestre, grandes prados verdes, anciano gruñón e insoportable, decoración nostálgica, ex amante desesperanzada, hija sin amor, sirvientes fieles, gentes sencillas del pueblo, etc. Todo este panorama lo despliega Edelényi con humor e indudable oficio, sin fastuosidad, con el realismo de lo cotidiano, sin estridencias, de modo sencillo y eficaz. Por otra parte, El último acto no es sólo un tributo al oficio del actor, sino en primer lugar un canto a la vida misma. Ésa es la mayor fuerza del film: el “show must go on” del espectáculo se traslada a la realidad. El peso de los años, la vejez, la enfermedad no son el fin, más bien son parte de la vida humana, algo de lo que no hay que avergonzarse, por mucho que la sociedad se empeñe en ocultarlo. La apariencia no lo es todo. Y para seguir adelante hay que aceptar las propias limitaciones. Si hubiera justicia el actor Brian Cox debería ser un serio candidato al Oscar. Su trabajo es de los mejores de su carrera y eso es mucho decir. Desde luego El último acto es un inestimable broche de oro, por mucho que a sus setenta años aún le quede mucho por hacer. Está en su salsa (quizá más de lo que él quisiera) y se nota que ha vibrado en la piel de Sir Michael Gifford. Es apoteósico verlo y escucharlo recitar a Shakespeare como si lo llevara en su alma, y emular sobre todo al Rey Lear rodeado de soledad, hombre amargado que recupera la vida gracias a la dulce e inteligente Dorottya, cual si ésta fuera un trasunto de su adorable Cordelia. Y qué encantadora resulta la joven actriz debutante Coco König, qué hondura sugiere su personaje, su historia, el porqué de su dedicación a los ancianos. Firma: Pablo de Santiago