Ficha:

113 min. | Drama

Público apropiado: Adultos

Año: 2015

País: EE.UU., Francia, Reino Unido

Dirección: Justin Kurzel

Intérpretes: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Sean Harris, David Thewlis, Jack Reynor, Elizabeth Debicki, Paddy Considine, David Hayman, Lynn Kennedy, Maurice Roëves

Con mucha diferencia, las obras de William Shakespeare son las que más veces han sido llevadas al cine. Entre cortometrajes y largometrajes superan el millar. La tragedia de “Macbeth” es una de las más repetidas, pese a tratarse de una de sus obras más oscuras y violentas, con pasajes no del todo claros, un desarrollo a veces confuso o acelerado y una temática para nada reconfortante. Como es sabido, se trata de una historia sobre la ambición, sobre el afán de dominio y la codicia del poder, capaz de arrastrar como una droga hacia el crimen, la traición y el asesinato. Alentado por las profecías de tres brujas y por las insidias embaucadoras de su mujer, el barón escocés Macbeth asesinará al rey Duncan y usurpará el trono, convirtiéndose en un cruel tirano.

Probablemente, la versión más lograda sobre el trágico magnicida sea la de Orson Welles de 1948, pero desde luego quedará para siempre en la mente de los aficionados esta impresionante versión del australiano Justin Kurzel (Snowtown). La razón es que pocas veces se ha visto en pantalla una potencia visual tan asombrosa, asentada en la alucinante labor fotográfica de Adam Arkapaw. Y lo es hasta el punto de que puede resultar exagerada. Kurzel se recrea sobremanera en planos nebulosos de los páramos escoceses, en las escenas de brutalidad bélica, de muerte en el campo de batalla, explicitud violenta de cromatismos cárdenos que él atempera con extensas ralentizaciones, que aportan una indudable belleza estética y que a la vez restan repugnancia a las atrocidades. Desde luego sus planificaciones están cuidadas hasta el mínimo detalle y en ocasiones resultan especialmente modélicas, como ese pavoroso plano en que la cámara en movimiento nos lleva lentamente desde al mar hasta la playa, en donde el fuego consume a una familia por obra del tirano.

Por su procedencia y su naturaleza textual es verdad que por momentos seguir los discursos de los personajes puede exigir un esfuerzo extra, pues los guionistas han decidido conservar diálogos originales, a menudo metafóricos y velados. Ese aspecto discursivo hace que la acción avance lentamente, aunque también muchas de las palabras logran un magnetismo impresionante (“ese corazón tan blanco” de Lady Macbeth…). Más discutible es la opción elegida a la hora de concebir algunas escenas, como esa sutil insistencia en unir maldad y religión, con esos sempiternos crucifijos de fondo, o la decisión de engendrar definitivamente el acto ignominioso de Macbeth al tiempo que los esposos desfogan sus cuerpos. Son de todas formas aspectos que entran con cierta lógica dentro de este macabro y excesivo cuento de brujería, superstición y maldad, cuya ambientación del siglo XI cuadra como un guante con la oscura visión de la época medieval transmitida por la historia.

Como es habitual, Michael Fassbender logra una mimesis perfecta en el asesino Macbeth. Con él se puede creer que exista alguien tan atroz y sanguinario. Menos impacto tiene Marion Cotillard como Lady Macbeth, aunque su composición sea igualmente cuidadosa. El resto del reparto cumple. Y de fondo funciona la banda sonora densa y ambiental, poco colorida, de Jed Kurzel, hermano del director.

Firma: Pablo de Santiago