Marco es un viajante de comercio de 52 años, ex alcohólico, que decide intentar cambiar el rumbo de su vida después de una interacción para desintoxicarse. Como parte del tratamiento, le sugieren que elija un hobby, y él se decide por la pesca. Con ese objetivo viaja a Puerto Deseado en la temporada de pesca del tiburón. Pero también va en busca de Ana, su hija, de quien no ha sabido nada durante años, sólo que vivía allí.

 

 

 

 

 

Director: Carlos Sorin

Intérpretes: Alejandro Awada, Vicky Almeida, Oscar Ayala

Guión: Carlos Sorin

Duración: 80′

Género: Drama

Estreno: 15/03/2013

Público: +16

Valoración: ***

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 2

Acción: 0

Amor: 3

Violencia: 0

Sexo: 0

Crítica:

Desde que hace una década sorprendiera a todos con “Historias mínimas”, el argentino Carlos Sorín viene desarrollando un tipo de cine sencillo, humanista y entrañable, que hace honor al título de esa película y que, en cierto modo, revitaliza la cautivadora autenticidad del neorrealismo italiano y sus posteriores actualizaciones. Después de “Bombón, el perro”, “Camino a San Diego” y “La ventana”, Sorín sigue fiel a su estilo en “Días de pesca en Patagonia”, quizás la gran olvidada en el palmarés del Festival de San Sebastián 2012.

Esta vez sigue los pasos de Marco (Alejandro Awada), viajante comercial y ex alcohólico cincuentón, al que su médico le sugiere que cambie de vida y busque un hobby para desintoxicarse. Marco elige la pesca del tiburón y, para practicarla, viaja a Puerto Deseado, un pequeño pueblo de la Patagonia, muy cerca de donde vive su hija Ana (Victoria Almeida), a la que no ve desde hace años.

Sorín desarrolla esta bella historia de redención y reconciliación —similar a la narrada por David Lynch en “Una historia verdadera”— con su sereno minimalismo habitual, sin prisas pero sin pausas, con un hipnótico pulso narrativo, dejando que su incisiva cámara se empape de la agreste belleza de los paisajes que muestra y de la desbordante humanidad de los variopintos personajes —una boxeadora y su entrenador, un trío de jóvenes aventureros, un patrón de pesca, la familia de su hija…— que se cruzan en el camino del protagonista, la mayoría de ellos interpretados por no actores. Alejandro Awada sí que es actor, pero no lo parece, pues su espléndida caracterización rezuma la misma veracidad durante el doloroso desvelamiento de las profundas heridas de su personaje.

Se le puede reprochar a Sorín una excesiva parsimonia en ciertos pasajes, un recurso excesivo a la música de su hijo Nicolás Sorín e incluso una puesta en escena menos cuidadosa que en otras ocasiones. Pero logra plenamente su objetivo de conmover al espectador con esta bella exaltación del cariño familiar, el arrepentimiento y el perdón, presentados como las mejores armas para combatir el destructivo individualismo dominante.

 


Fuente: Jeronimo Jóse Martín (www.cope.es); www.taconline.net