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El héroe que nadie esperaba

 

Mucho antes de la magistral Dunkerque, el realizador Joe Wright había resumido la batalla en un único –pero brillante– plano secuencia playero, en Expiación, su segundo trabajo. Después de que el film de Christopher Nolan haya reavivado el interés de la industria audiovisual por la Segunda Guerra Mundial, el británico retoma la evacuación de las tropas aliadas en la ciudad portuaria, que tiene un peso clave en este biopic del carismático primer ministro de su país durante el conflicto. El instante más oscuro llega en un momento en el que parecía tenerlo complicado por saturación, tras la excelente acogida de The Crown, donde le interpretaba un inmenso John Lithgow, y Churchill, con otra increíble transformación, esta vez por parte de Brian Cox.

Sin embargo, acierta al centrarse en un momento distinto de la vida del líder británico más valorado de todos los tiempos, cuando en 1940 el parlamento fuerza la dimisión del primer ministro, Neville Chamberlain, que no ha sabido gestionar la amenaza de Adolf Hitler. Su partido se ve obligado a elegir como sustituto a Winston Churchill, desprestigiado por instigar la desastrosa batalla de Gallipoli durante la Gran Guerra, cuando ejercía como Primer Lord del Almirantazgo, pero que es el único de sus candidatos que acepta la oposición.

El hombre que ha dirigido excelentes dramas de época como el citado, o Anna Karenina y Orgullo y prejuicio, demuestra que domina el género, haciendo gala de hallazgos visuales, no tan excesivos como el de la costa, pero sí los suficientes para crear tensión en una historia que transcurre en escenarios cerrados; pocas veces se ven detalles del frente, aquí estamos ante un thriller político en el que la principal guerra se libra entre el protagonista y sus rivales. Aprovecha que cuenta como colaboradores a los inspirados Bruno Delbonnel, habitual director de fotografía de los hermanos Coen y Jean-Pierre Jeunet, y Dario Marianelli, su músico de siempre.

Con esto le saca gran partido al guión, absolutamente redondo, del especialista en vidas reales Anthony McCarten (La teoría del todo), que consigue meter al espectador del siglo XXI en el pensamiento de la época, cuando aún se podía llegar a pensar que Hitler podría tener clemencia con Inglaterra si se rinde a tiempo. En este contexto los políticos –a los que se da un varapalo por estar más pendientes de su silla que de otra cosa– piensan que resulta estéril plantar cara a los nazis en solitario, pues el resto de países que le hacen frente han caído o están a punto de hacerlo.

Resulta impresionante el trabajo de Gary Oldman, a priori una opción nefasta para interpretar al protagonista por su absoluta falta de parecido. Pero pese a la extremada caracterización, a base de maquillaje prostético, el actor consigue resultar creíble sin perder expresividad, y sobre todo humanizar a un personaje mitificado por su peso en la historia. Estamos ante uno de esos trabajos milagrosos que se recuerdan siempre.

Contra todo pronóstico, no eclipsa a los eficaces secundarios, realiza un brillante trabajo Kristin Scott Thomas, como Clemmie, la cariñosa esposa, y hasta se echan de menos más escenas de Ben Mendelsohn (brillante villano en Rogue One, una historia de Star Wars), como un Jorge VI que en principio contempla al Primer Ministro con recelo por no haberle apoyado durante la abdicación de su hermano (aquí se ofrece una versión más realista de la relación entre ambos que en El discurso del rey). Por último, Lily James sale airosa del reto de interpretar a una figura omnipresente en los últimos Churchill, la de joven secretaria que sufre la ira del mandatario, por su carácter gruñón, pero que consigue que poco a poco se dulcifique.

Se articula en torno a la necesidad de reunir valor y plantar cara a las amenazas pese a que haya que realizar grandes sacrificios, cuando se corre el riesgo de fenecer. Merece un diez la secuencia capriana del metro, que difícilmente pudo ocurrir en la vida real, pero que no sólo resulta conmovedora, sino que resume muy bien lo que supuso la figura de Churchill.