The last dance (el último baile) así llamó Phil Jackson, entrenador de los Chicago Bulls, a la temporada 1997/98, la que sería su última como entrenador


A lo largo de los diez capítulos que dura la miniserie documental, conocemos los entresijos del equipo: dueños, entrenadores, jugadores, prensa y presión mediática. Se teje un tapiz de luces y sombras con escenas de partidos que emocionan a cualquiera y, en especial, a los seguidores de este magnífico deporte. Descubrimos cómo han llegado a ser un referente del baloncesto mundial y por qué el nombre de Jordan quedará siempre ligado a la historia. Una vez lo has visto, es imposible olvidar cómo “vuela” para encestar.

No hay que ser un fanático del baloncesto para ver la serie aunque, si lo eres, resulta imprescindible que la veas. El último baile es una parte de la historia del deporte de finales del siglo XX. Los Chicago Bulls, el equipo de básquet de la ciudad de Chicago, no tenía brillo y todos los aficionados prestaban más atención a sus equipos de béisbol, hockey hielo o fútbol americano. Algo había que hacer para recuperar esa ilusión.

Mientras, un joven Michael Jordan, que ya destaca en el instituto como jugador de baloncesto, entra en el equipo de la universidad de North Carolina. A mediados de los 80, Michael se debate entre dos opciones: o quedarse ahí o dar el paso a profesional y entrar en el mercado de las grandes ligas.

El Chicago Bulls apuesta por él y empieza una historia de amor deportivo que no solo dio grandes triunfos al equipo, sino que, además, hizo brillar a una estrella que iluminaría a millones de jóvenes –y de no tan jóvenes– de los 90 y hasta hoy.

Esta serie documental no se olvida de mostrar también algunas de las sombras que surgen en los ambientes donde abunda el dinero, el éxito, la presión y los excesos.

Pese a todo, lo que queda es la historia de un dream team y de su gran estrella con sus inolvidables jugadas, sus pases y sus canastas: de arriba abajo, de abajo arriba, de lado, de espaldas, bailando, volando… En definitiva, un sinfín de piruetas que han dejado miles de bocas abiertas conteniendo el aliento. Gracias Michael. Gracias Bulls.

Firma: Rosamaría Aguilar