“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida; esos son los imprescindibles”. Esta cita de Bertolt Brecht con la que Silvio Rodríguez iniciaba su canción Sueño con serpientes, define la calidad de Halt and catch fire. Ante la inabarcable marea de series hay algunas, muy pocas, que son verdaderamente imprescindibles. Destacan del resto por sus personajes, por no dejar de sorprender al espectador con el paso de los capítulos y las temporadas. Después de dedicarles decenas de horas obtienes la inusual recompensa de que el tiempo invertido ha merecido la pena.

Esta serie trata sobre informáticos que hablan constantemente sobre Informática en un período de máxima creatividad del sector: los años 80. Pero lo fundamental no son los microprocesadores o la placa base, lo esencial es lo que sucede a Joe MacMillan, Cameron Howe, a Gordon Clark y su mujer, Donna, y a Boss… Todos son perfeccionistas, apasionados con su profesión, idealistas, buscadores de una felicidad perfecta y armónica que no logran atrapar. En la serie vemos las diferentes capas que forman a un ser humano, esas “100 personas que hay dentro de uno mismo” que decía José Luis Garci. En todos los personajes hay una discusión interna de cada una de estas formas de ser por conquistar y gobernar para siempre sus vidas. Lo mágico y real es que ninguna de ellas acaba venciendo, otorgando a los personajes vida propia y veracidad.

 

Sólo la intro de créditos de Halt and catch fire merece un monumento. La inconfundible silueta de los cuatro protagonistas aparecen difuminados en colores pixelizados de mucha intensidad. Una haz de luz atraviesa la pantalla y a cada uno de los personajes como si fuese una estrella fugaz. Es la idea innovadora, el impulso de la creatividad que hace que sus vidas vayan de terremoto en terremoto. Esa misma luz llega a un ordenador y es capaz de encenderlo, iluminando el conocido piloto rojo que indica que la máquina ha empezado a procesar. De ahí el título de la serie. En el primer episodio se explica que HFC es un antiguo comando que ponía a la máquina en condición de carrera forzando a todas las instrucciones a competir por su primacía al mismo tiempo. El control sobre la computadora no podía recuperarse, al igual que el orden vital e interno de los personajes, siempre trastornado por un impulso innovador y obsesivo que hace imposible encontrar cierta serenidad y espacio para los demás.

La vertiginosa  velocidad de la tecnología informática en los años 80 sirve para explicar una sociedad que, teniéndolo todo al alcance de sus dedos, es capaz de perder todo lo importante en el camino. Hay sustituciones de emergencia que no hacen más que ahondar en la herida: sexo impulsivo, sentimentalismo utilitarista, cambios de empresa, de amigos, de casa, la compra de una caravana… Pero los humanos no son maquinas que solucionan sus probemas reiniciando todo el sistema sin ningún efecto secundario.

Los actores dan vida a sus personajes con mucha credibilidad, con una humanidad carismática que permite ternura, despotismo y extravagancia. Cada uno de ellos logra unas señas de identidad muy precisas gracias a los gestos, la ropa que llevan, la voz… Si alguien os dice que no entiende por qué doblan las películas y series en España presentarle a Joe MacMillan (en su versión española claro), y su voz de astuta serpiente, capaz de sugerir que ingieras lentamente un veneno mortal con un nivel de seducción sencillamente irresistible.

Halt and catch fire ha sido creada por Christopher Cantwell y Christopher C. Rogers, que en los últimos cuatro años se han dedicado exclusivamente a mantener el interés a lo largo de 40 capítulos. Entre los directores de la serie hay cineastas tan brillantes como el argentino Juan José Campanella (El secreto de sus ojos) que, entre otros, realiza el primer capítulo de la cuarta temporada que se inicia con un plano secuencia formidable. También destacan los directores Karyn Kusama (La invitación) o Jon Aimiel (La trampa). La planificación de la serie ofrece constantes metáforas visuales y encuadres que enriquecen el significado de cada escena.

La música del austriaco Paul Haslinger (Fear the Walking Dead) capta los tonos ochenteros y la evolución tecnológica que la época. También en esa línea contribuye la selección de canciones tan inconfundibles como Absolute Beginners de David Bowie o Mercy Street de Peter Gabriel. No son un simple acompañamiento musical sino una manera muy sugerente de ahondar en los personajes y la relación entre ellos. Así, por ejemplo, la historia de amor entre Gordon y Donna queda perfectamente enmarcada con el We belong de Pat Benatar que aparece en uno de los últimos capítulos.

Firma: Claudio Sánchez