Hazanavicius: “El buen cine es un lenguaje universal”

 

Palma de Oro al mejor actor (Jean Dujardin) en Cannes, Premio del Público en San Sebastián y Sevilla, Premio a mejor película y director del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York, Premio del Cine Europeo a la mejor banda sonora… The Artist suma y sigue, a la espera de la inminente publicación de las candidaturas a los Globos de Oro, como paso previo a que se convierta en una de las favoritas para los Oscar.

Lo singular es que esta película que ha dado a conocer internacionalmente al francés Michel Hazanavicius (OSS 117: El Cairo, Nido de espías, OSS 117, perdido en Río) es muda, en blanco y negro, y en formato 1:33, como las películas de la primera mitad del siglo XX. Y es que el objetivo que pretende y cumple este filme inclasificable en rendir homenaje al mejor cine del Hollywood clásico, a través de la sencilla y arrebatadora historia de amor entre un actor (Jean Dujardin), estrella del cine mudo,

que se va eclipsando con la llegada del sonoro, y una joven actriz (Bérénice Bejo), antigua fan del actor, que se va convirtiendo poco a poco en estrella del cine hablado.De las poliédricas facetas de esta obra maestra indiscutible pudimos hablar con Michel Hazanavicius durante su reciente visita promocional a Madrid.

Como sus anteriores películas, The Artist recupera los géneros clásicos…

Más bien intento actualizarlos, redefinirlos y mezclarlos. Para mí, los grandes realizadores actuales son los que mezclan los géneros y los reinventan. Ahí están los hermanos Coen. Toman un género clásico, y lo aderezan con una pizca de este otro y de aquél. Es como en la cocina. Se divierten haciendo esos guisos, y eso trasciende a la pantalla.

Aunque en The Artist toca casi todos los géneros clásicos, pienso que su película es, sobre todo, un musical…, un musical mudo, pero musical. ¿Está de acuerdo?

Ciertamente, puede considerarse así. De hecho, el compositor Ludovic Bource y yo trabajamos con los musicales clásicos en la cabeza. Le insistí, sobre todo, en que buscara movimientos de tipo sinfónico que acompañaran las coreografías —por llamarlas así— de los actores, que estaban muy medidas. Los dos concluimos que era fundamental que esos movimientos acabaran siempre en alto, como en los musicales. De modo que me parece interesante tu visión de la película.

¿Además de Cantando bajo la lluvia, qué otras películas clásicas revisó antes de realizar esta película?

Precisamente, decidí no revisar Cantando bajo la lluvia, porque mi película tenía unos cuantos puntos en común con ella. Hice un esfuerzo enorme para no volver a verla. Pero sí revisé numerosas películas de los cuatro últimos años del cine mudo, así como otros filmes de los grandes directores: Murnau, Borzage, John Ford, Von Sternberg, Von Stroheim. Tod Browning, Charles Chaplin, por supuesto…

Supongo que la dirección de actores habrá sido especialmente costosa, pues es mucho más gestual de lo habitual, con el riesgo que eso tiene de caer en el histrionismo.

Sin duda. Pero el tono de la interpretación que yo quería ya lo fui plasmando durante la escritura del guión. De modo que, ya en él, los actores tenían muchos puntos de referencia para no pasarse ni quedarse cortos. Lo que no hice nunca fue obligar a los actores durante el rodaje a hacer mimos o pantomimas. Les insistí en que se metieran en sus personajes, y fueran libres, naturales. La verdad es que cuanto mejor es un actor, más fácil es que él mismo capte el tono y registro de su interpretación sin necesidad de demasiadas explicaciones. Y yo he tenido la suerte de contar con un reparto excepcional.

Pienso que Jean Dujardin puede convertirse en el nuevo Jean-Paul Belmondo…

Sin duda, además se adoran mutuamente. Son de ese tipo de actores que transmiten alegría, pues realmente disfrutan como niños en un plató: Douglas Fairbanks, Errol Flynn, Vittorio Gassman…

¿Y cómo ha sido trabajar con su esposa Bérénice Bejo, que llena la pantalla, por cierto?

Ha sido facilísimo trabajar con ella, pues es una gran actriz. Además, ella misma se parece muchísimo al personaje que interpreta. Tiene su mismo carácter y vitalidad. De hecho, me inspiré totalmente en ella a la hora de perfilarlo en el guión. De modo que no hemos tenido ningún problema. Más bien ha sido una experiencia gozosa.

¿Era la primera vez que trabajaba con ella?

No, era la segunda vez que trabajábamos juntos. En mi anterior película, tuvo también un papel, pero mucho más secundario. Sí que era la primera vez en que ella era la protagonista del filme. Y ha sido un placer, pues es una actriz muy seria, muy dócil, que se implica mucho en todo el proceso de la película. Además, habla muy bien español, de modo que ahora está muy solicitada.

¿Se atreve a decirme cuáles son las claves de la buena comedia?

Me cuesta teorizar sobre ese punto. Aunque sí sé las pautas que debo seguir para hacer reír al espectador. Una de ellas: que no estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por hacer reír. Nunca mataría a mi madre para logarlo… (risas). Y otra, que la comedia es un género muy serio, que exige trabajar todos los detalles con gran esmero: la ambientación, el vestuario, la iluminación, la puesta en escena, los gestos de los actores, el ritmo de las declamaciones y del montaje final…

¿Y cuál es la esencial de todas esas facetas?

Una película es como un movimiento continuo. En el guión defines las pautas esenciales, que luego se van concretando en el trabajo de ambientación, de vestuario, de iluminación, en el acompañamiento musical, en las interpretaciones… Cada departamento va configurando con esmero lo que has definido en el guión. Es muy difícil disociar un aspecto de otro o asignarle una importancia mayor o menor. Y, ciertamente, es en el montaje donde ensamblas, como en una fábrica de coches, todos los elementos, y les das unidad. Pero, en realidad, el montaje es la culminación de un proceso orgánico, unitario.

Su película huye de ese pesimismo tan arraigado en cierto cine intelectual europeo, y se entrega sin complejos al optimismo vital tan característico de los clásicos de Hollywood. ¿No temió ser vapuleado por la crítica más ideológica?

Era, sobre todo, una cuestión de educación… Imagínese: una película muda, en blanco y negro, francesa… Si, además de todo eso, le exiges al espectador que acepte un tono fatalista, el fracaso está asegurado. Durante el desarrollo del guión, algunos productores y amigos me aconsejaron que ambientara la historia en Berlín durante la llegada en paralelo del sonido al cine y de los nazis al poder, lo que lleva al protagonista a suicidarse… Me negué rotundamente. Eso no podía ser. Así que, pensando en el público, mantuve la acción en Hollywood y con un final feliz.

Aunque ya lleva unos cuantos premios importantes, su película ha sido injustamente maltratada por los Premios del Cine Europeo. Ahora inicia el camino hacia los Globos de Oro y los Oscar en el pelotón de las favoritas. ¿Cree que le puede perjudicar que sea una película demasiado hollywoodiense para los europeos y demasiado francesa para los estadounidenses?

Me encanta ser artísticamente apátrida, y que mi película no pueda ser considerada ni francesa, ni europea, ni americana… El buen cine no tiene nacionalidad, porque es universal, sobre todo si es mudo, como en este caso, pues entonces ni la lengua que hablan los actores supone un obstáculo. Creo firmemente en la utopía de un cine sin fronteras. Así que, adelante, que la vean en Hollywood y tenga los premios que deba tener, sin otras consideraciones.

En todo caso, parece que los espectadores están respondiendo a su desafío de ofrecerles una película muda y en blanco y negro. Ahí están los premios del público en los festivales de San Sebastián y Sevilla.

No se sabe todavía como va a reaccionar el público ante mi película, pues no se ha estrenado comercialmente. Pero, ciertamente, las primeras reacciones son muy buenas. La gente sale contenta de las salas donde se ha proyectado. Esto ya es algo. Lo demás depende en gran medida del trabajo de las distribuidoras.

Con esta película se ha puesto el listón altísimo. ¿Qué va a hacer ahora?

Para empezar, dormir… (risas). Y luego voy a intentar hacer una película más sencilla, más simple. Es como la vida misma. A veces uno quiere hacer reír; otras veces, le apetece ponerse más sombrío, más serio. En todo caso, procuraré que sea lo más honesta posible.

Fuente: Jerónimo José Martín (ambosmundos.es, 16-1-2012)