Anton, su amigo y la revolución rusa (2019)

El final de la inocencia

Conmovedora última película del realizador georgiano Zaza Urushadze, responsable de Mandarinas, y fallecido prematuramente a la edad de 54 años. Adapta una novela del escritor canadiense Dale Eisler, que se inspira en hechos reales ocurridos a su propia familia, y se estructura a través de un largo flash-back que retrotrae a la infancia de los protagonistas, los amigos Anton, cristiano, y Yasha, judío.

La acción transcurre en una pequeña localidad de Ucrania, en 1918, en plena revolución bolchevique. Anton y Yasha viven ajenos a esa realidad, con sus juegos infantiles y lejos de prejuicios e ideologías. La numerosa familia de Anton es de origen alemán, se afincaron ahí hace tiempo, y el padre lleva una granja, aunque le preocupa que los comunistas requisen su cosecha y la de otros aldeanos, el granero ucraniano debe proveer a la revolución soviética. De modo que de acuerdo con otros pequeños granjeros, escamotean su aportación, lo que da pie a trágicas represalias por parte de la cruel Dora, conocida como la ramera soviética. Mientras que Yasha vive con su padre viudo, que regenta un almacén, y al que Dora utiliza como informador. Aunque las cosas son más complicadas de lo que parece a primera vista.

Hay películas en las que se reconoce su buen pulso desde el primer fotograma, y Anton, su amigo y la revolución es una de ellas. La cinta funciona muy bien en su humanidad, al pintar familias cuyos miembros se quieren y que tratan de llevar una vida feliz, pero la alargada sombra de la tiranía despótica hace mella, e invita a la resistencia. El contraste entre el entorno de Dora, y luego Trotsky, con el de los aldeanos es evidente, pero también el del mundo de los adultos con el de la infancia, cuyo final es precipitado antes de tiempo por las circunstancias. El film utiliza bien la predicación inicial de un sacerdote, que comenta el pasaje evangélico en que Jesús habla de “hacerse como niños”, como subtexto que choca con la realidad de un astuto personaje que se aprovecha de la inocencia y bondad de unos pequeños.

Los actores no son conocidos, al menos por quien escribe estas líneas, pero hacen sus papeles con encomiable sobriedad y resultan muy naturales, lo que incluye a los debutantes niños. La atmósfera lograda es maravillosa, con ese toque de fatalismo tan propio del alma rusa y alrededores, pero con apertura a la esperanza, la amistad y el amor son más poderosos que el odio y la opresión.