Downton Abbey: Una nueva era (2021)

 

Se rueda

Segunda película surgida de la exitosa serie televisiva Downton Abbey creada por Julian Fellowes, de nuevo asumiendo el papel de guionista. De nuevo se revela como inteligente fórmula para darle continuidad la idea, no de capítulos especiales de Navidad, o nuevas temporadas, sino películas con suficiente entidad, y que da gusto ver en una pantalla grande, el diseño de producción y el vestuario lucen a las mil maravillas, mientras se cuida una vez más una trama de amor y lujo, con capacidad de conmover. Además, en el fondo se juega con la nostalgia de los espectadores de un modo no muy diferente a lo ocurrido con sagas como la de La guerra de las galaxias, y es que en efecto basta ver el perfil del casoplón de Downton Abbey como si fuera un crucero imperial, y escuchar la pegadiza banda sonora de John Lunn, más los rostros familiares de los personajes, para sentir el inevitable cosquilleo.

1928. Parecía imposible pero Tom Branson va a conocer la felicidad de un nuevo matrimonio, se casa con Lucy Smith, hija de Maud Bagshaw. Y Violet Crawley, algo delicada de salud, se ha trasladado a vivir a Downton Abbey. La anciana convoca a la familia para comunicarles que un amor de juventud francés le ha legado inesperadamente su villa de verano en La Riviera, ante la consternación de su viuda, y ella ha decidido cedérsela Sybil, su biznieta hija de la primera esposa de Tom. Al mismo tiempo, una compañía cinematográfica ofrece una generosa cantidad para rodar una película en la mansión, y aunque la “invasión” de los cómicos no emociona mucho a la familia, el dinero viene muy bien, hay reformas urgentes que acometer, y guiados por la opinión de lady Mary, ahora al mando, su padre Robert termina por hacerse a la idea. Pero aprovechará ese período para aceptar la invitación de los actuales ocupantes de la villa francesa para viajar ahí y conocerse.

Julian Fellowes vuelve a demostrar que es un enorme creador de historias. A partir de los mencionados mimbres y algunos más, sabe desarrollar una interesante trama, con unas cuantas sorpresas, que interesa y que da juego a un montón de personajes. Para la dirección se ha confiado en un recién llegado al universo Downton Abbey, Simon Curtis, director de La dama de oro, y que por lo que se ve se siente cómodo y a gusto rodando el film.

Los escenarios donde transcurre la acción son básicamente dos. Francia, donde contrasta la frialdad con que la viuda acoge a los Crawley con la calidez del hijo, que ejerce de albacea. Hay tiempo además para el humor con el señor Carson, que ha traído ropas invernales a la cálida Riviera, lo que le hace sudar la gota gorda; para que Edith retome su trabajo de periodista; y para que algún misterioso secreto vea la luz. Mientras, en casa, el servicio vibra con la ilusión de conocer a auténticas estrellas cinematográficas, en una época en que se está produciendo la transición de las películas mudas a las sonoras. Lady Mary, cuyo esposo Henry está ausente, como suele ser habitual, se convierte en sujeto de la atención del director de la película, entre otras cosas porque gracias a ella se consiguen salvar algunas dificultades.

Como digo, confirmando el carácter coral de la propuesta –con actores formidables que no citaré uno a uno por no alargar estas líneas, sólo la excepción excepcional siempre de Maggie Smith, con el sarcasmo de su Violet–, hay espacio para el matrimonio de Tom, y el de la sirvienta de las cocinas Daisy, a la que toca vivir en casa del suegro, y para sugerir que algunas parejas terminen por pasar por el altar al fin; y se sabe jugar con el divismo y el miedo y los complejos de los actores, y sugerir, sin forzar demasiado, como el mayordomo homosexual Tom Branson podría alcanzar la felicidad. Todo está servido con sonrisas y lágrimas, y felices ideas de guión. Y aunque algunas cosas se ven venir, no chirrían, todo encaja bien, siempre dentro de la obligada senda “british”, aun apuntándose esa “nueva era”. Por supuesto nos queda la duda de si habrá más entregas en el cine de Downton Abbey. Caber caben, pero el tiempo lo dirá.