Las ‘Apple Stores’ de todo el mundo se convirtieron ayer en lugares de peregrinación, pero en esta ocasión el objeto de culto no era el iPad. Tampoco el iPod o el iPhone. Ni tan siquiera el iMac. Los homenajes se rendían al ‘alma mater’ de un imperio tecnológico que ayer vivió una jornada de luto. Steve Jobs recibió sentidos homenajes de sus seguidores, los mismos que consideran que los dispositivos que ideó cambiaron el mundo. “No te olvidaremos”. “Gracias Steve”. Los mensajes volaban por el mundo. En Internet, el nido del jilguero más famoso de la Red echaba humo. Nada más conocerse la noticia, la red social engullía cada segundo 10.000 publicaciones al respecto.

 

Steve Jobs en la presentación de iphone.

Hay quienes, como el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, se empeñaban en elevar al prestidigitador al Olimpo que engrosan otros genios de la historia como Einstein o Leonardo Da Vinci. Precisamente ‘la Gran Manzana’ dio un mordisco a su rutina diaria y en los ardedores de la tienda de la Quinta Avenida se improvisaron altares con cientos de mensajes, imágenes y velas recordándole. Bill Gates reconoció que es difícil encontrarse una persona de tal influencia. Google y Samsung dieron una tregua y admitieron los méritos de la carrera del de California.

Las condolencias fueron elevadas al máximo nivel diplomático. Obama elogió el trabajo de Jobs y Ban Ki Moon aseguró “que cambió el mundo”. También hubo homenajes de Blair o, en España, la ministra Cristina Garmendia. Todos los comentarios apuntaban en la misma dirección: el mundo perdía a un genio cuyos méritos al frente de la compañía que fundó en un garaje influyeron en el actual paradigma de la sociedad de la información.

En Cupertino, cuartel general de la compañía, las banderas ondeaban a media asta. Al igual que sus tiendas oficiales –que estuvieron sumidas en una extraña penumbra- se respiraba un ambiente grueso presidido por sentimiento de dolor. Tim Cook mandó una carta a sus empleados informándoles de la noticia. Ahora, el heredero del imperio, es el objeto de todas las miradas.

En sus manos, que llevan trabajando para Apple desde 1998, está la complicada tarea de mantener la nave en el camino de la innovación que abrió Jobs años atrás. Los inversores parecen confiar todavía en el rebufo del mago de la tecnología tras su deceso. Ayer los títulos bursátiles cerraron la jornada con un caída del 0,23%, poca significativa.

Medio y largo plazo

El reto para Cook parece situarse en el medio y largo plazo. Saber aprovechar una herencia, en forma de dispositivos consagrados y un buen número de patentes, para hacer frente a una competencia que, aunque rindió honores al fallecido, ahora se conjura para lanzar una ofensiva que haga tambalear los cimientos de un mercado, el de los smartphones y las tabletas, que hasta ahora parece tener dominados.

Analistas y especialistas dejaron ver su convencimiento de que los próximos retos de Apple, el iPad 3 y el iPhone 5, estarán impregnados de la esencia de Jobs. Las dudas se centran en si el ‘sanedrín’ de Cupertino será capaz de anticiparse a las oportunidades de mercados como el de las tabletas cuando este madure y empresas como Android, Samsung o Amazon ofrezcan nuevos retos y nuevos interrogantes.

Cook ha expresado su intención de mantener el estilo impuesto por su predecesor, pero no imitarlo. Consciente de la quimera que puede suponer reconstruir el magnetismo de Steve Jobs en su propia persona o en la de otra, ha decidido optar por una matriz diferente. El protagonismo parece abocado a decantarse entre todos los miembros de la dirección. Que las caras que acompañaron en la sombra a Jobs mientras desarrollaba sus proyectos pasen ahora a ser conocidas. La figura del cofundador de la empresa parece que, a pesar de su fallecimiento, tiene un valor incalculable para una comunidad –la de los usuarios de Apple- que ha desarrollado su devoción por esos productos bajo la imagen de Jobs. No se trata de reemplazarle. Ni sustituirle. Se trata de crear puentes entre la etapa que ahora se cierra y la que ahora se abre.

Fuente: MICHAEL MCLOUGHLIN / 7-10-2011
Incluimos hoy por su interés el ya famosísimo discurso en Stanford.