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Uno de cada 2 americanos se enganchó a la emisión en algún momento.

La Super Bowl, el gran choque anual y final entre las dos ligas rivales de fútbol americano, sigue siendo un fenómeno televisivo que año tras año bate récords de audiencia. No sólo la emisión de 2011, con una media de 111 millones de espectadores (Estados Unidos tiene 308 millones de habitantes) ha superado en cuatro millones y medio las ya inauditas cifras de 2010, sino que ha descabalgado el mítico episodio final de la serie MASH en la temporada de 1983. Aquello fue visto por «sólo» 106 millones de espectadores.

Existe la televisión y existe pues la Super Bowl, que es la TV saltando al hiperespacio. También se dispararon las audiencias parciales, es decir, los espectadores que, sin ver la final entera, conectaron en algún momento con ella. En 2010 fueron 153,4 millones y este año fueron 162,9 millones. Eso es más de uno de cada dos americanos. Los anuncios se pagaron también a una cifra récord, 3 millones de dólares por 30 segundos. La cadena emisora, que este año era la Fox (el año pasado fue la CBS) estima que su recaudación por publicidad de la Super Bowl de este año puede rebasar los 210 millones de dólares.

¿Qué tiene la Super Bowl que tanto la bendicen? Para los profanos puede ser orientativo saber que en las grandes citas deportivas de Estados Unidos el espectáculo es tanto o más importante que el deporte. Por ejemplo en un partido de baloncesto de la NBA el público pasa casi más tiempo contemplando a las «cheerleaders», acróbatas, humoristas, ocasionales cantantes y otros animadores que a los mismos jugadores. Y es que por el precio de la entrada (o del aparato de televisión) casi se compra más entretenimiento que juego. Lo mismo con el béisbol y con el fútbol americano, con mayor motivo en su supremo oficio litúrgico, que es la Super Bowl. Da idea de su solemnidad nacional el hecho de que cada final se conmemore con números romanos (esta era la XLV) y sea un acontecimiento que paraliza al país delante de la TV casi un día entero. Los inacabables prolegómenos (ir a por las cervezas y los sándwiches y las montañas de comida basura que se despacharán frente a la tele…), el espectáculo previo y posterior (amenizado este año incluso por el lapsus de Christina Aguilera con el himno americano, más la pitada épica que le siguió) y todo lo que cuelga redondean el acontecimiento mucho más allá de lo deportivo. A título de anécdota, la final se disputó el domingo 6 de febrero en el Cowboys Stadium de Texas entre los Pittsburgh Steelers, ganadores de la American Football Conference, y los Green Bay Packers, campeones de la National Football Conference. Los Packers machacaron a los Steelers por 31 a 25.

Fuente: Anna Grau (El Mundo 9-02-2011)