Libro y película relatan los viajes sucesivos que realizan el protagonista Sal (Sam Riley), alter ego de Kerouac, y Dean (Garrett Hedlund), en busca de emociones fuertes el segundo, de inspiración literaria el primero. Dean es el ídolo, admirado de sus amigos, y musa de Sal. Ha hecho de la depravación su estética y casi una religión, y el viaje es un rosario de robos, engaños, excesos de alcohol, drogas, sexo hetero y homosexual, servido en dúos, tríos, y lo que sea menester. Un viaje que va dejando cadáveres por el camino: las mujeres primero, los amigos después, y finalmente Dean se deja a sí mismo.

 

 

 

Director: Walter Salles

Intérpretes: Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Tom Sturridge, Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Amy Adams, Alice Braga, Elisabeth Moss, Danny Morgan.

Guión: Jose Rivera; basado en la novela de Jack Kerouac

Duración: 137 min

Género: Drama

Estreno: 19/04/2013

Público: +18

Valoración: **

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 0

Acción: 2

Amor: 3

Violencia: 0

Sexo: 3

Crítica:

El cineasta brasileño Walter Salles es el director de road movies por excelencia. Si con la deliciosa “Estación Central de Brasil” recorría la gran nación en autobús, y en “Diarios de una motocicleta” nos descubría todo el continente latinoamericano, ahora lo hace en Estados Unidos, yendo y volviendo en coche de costa a costa. Para ello qué mejor que basarse en uno de los novelistas contemporáneos más identificados con el género itinerante: Jack Kerouac, y su novela autobiográfica de viajes “On the Road” (1957), considerada el punto de referencia de la Generación Beat, y en este caso convertida en guion por José Rivera.

Enésima historia de autodestrucción en aras de los ídolos de la liberación sesentera. Es inevitable preguntarse qué sentido tiene poner ahora sobre la mesa, una vez más, esa combinación de utopías y aniquilación que supusieron los ideales revolucionarios que eclosionaron a finales de los sesenta, y que dejaron poco más que un charco de escepticismo nihilista.

Dejando sentada la perplejidad que supone idealizar ahora lo que históricamente huele a cadáver putrefacto, no se puede negar que Walter Salles —que ya desenterró otro monstruo del desván de la historia, como fue Che Guevara— rueda con mucho talento, y dirige con fuerza a los actores. De hecho, quién iba a decir que la impávida y flemática Kristen Stewart de “Crepúsculo” fuera capaz de protagonizar las escenas de sexo de alto voltaje que aquí le obliga a hacer Salles. Un metraje excesivo, para una película excesiva, que nos habla con indulgencia de los excesos de una época de la que algunos aún tienen excesiva nostalgia.

 


 

Fuente: Juan Orellana (www.cope.es)