El viejo carpintero Geppetto crea una marioneta de madera. Pero sucede algo mágico: la traviesa marioneta empieza a hablar, a andar, a correr y a comer como cualquier niño.

 

El muñeco cobra vida

Lograda adaptación con actores de carne y hueso del gran clásico del italiano Carlo Collodi, a cargo de un compatriota a priori inesperado, Matteo Garrone, director y coguionista junto a Massimo Ceccherini. Conocido Garrone sobre todo por Gomorra, sus películas posteriores Reality y sobre todo El cuento de los cuentos, están más próximas al universo de Pinocho de lo que uno a primera vista podría sospechar. Y es que se nota que el cineasta ama y ha interiorizado el célebre cuento del muñeco de madera que quiere ser un niño de verdad.

En tiempos de carestía, Geppetto consigue que Maese Cereza le regale un trozo de tronco, con el que fabrica un muñeco de madera, la marioneta de un niño al que llama Pinocho. Esa madera tiene una magia especial, y Pinocho cobra vida. Para Geppetto es como el hijo que siempre quiso tener, y se empeña en educarle y en que vaya a la escuela. Pero el inexperto Pinocho tiene curiosidad por todo, es desobediente y le encanta hacer lo que le viene en gana. Lo que inevitablemente le enreda y mete en muchos líos, pero también sirve para que madure como persona y vaya venciendo poco a poco su egoísmo.

El temor ante este Pinocho era que se tratara de una versión más sin alma. O que Garrone ofreciera una visión adulta o psiconalítica sesuda que traicionara las intenciones de Collodi. Pero no, el film es tremendamente fiel al original, con el valor añadido de que está muy bien hecho técnicamente. De modo que se exploran con acierto los deseos de paternidad de Geppetto. Y sobre todo la personalidad de Pinocho, con la mentalidad de un niño caprichoso para el que solo existe su propia voluntad, que se arrepiente cuando obra mal, pero fácilmente vuelve a sucumbir en el error. Y es que le seduce la idea de un árbol con monedas de oro, y como nos ocurre hoy a cualquiera ante las atractivas ofertas que nos llegan a través de los medios de comunicación, se le engatusa con cualquier nadería. Al mismo tiempo, se nota su buen corazón, el deseo de rectificar y de hacer feliz a su papá carpintero. Ah, si escuchara más esa conciencia que le habla a través de grillo, o las recomendaciones de su hada buena…

Resulta toda una alegría que los italianos se hayan adelantado a la que Disney entregue su versión con imagen real de Pinocho –como vienen haciendo con títulos como La Bella y la BestiaMaléfica y El libro de la selva–, y que su empresa haya tenido tan feliz resultado. Porque la dirección artística y el enfoque de cómo debían ser Pinocho y las demás criaturas es perfecto, no se cae en el empalago ni en lo grotesco. La gran labor de maquillaje del oscarizado Mark Coulier hace posible el milagro de que parezca que, de verdad, un muñeco de madera tiene vida. Y también tienen encanto y gracia Grillo, el juez simiesco y el aspecto de caracol de Lumaca. Por su parte Gato y Zorro presentan el toque justo para que su aspecto se asimile a estos nombres. Los actores están muy bien, empezando por el niño que da vida Pinocho, Federico Ielapi, y siguiendo por Roberto Benigni como Geppetto, que así se resarce en parte del fracaso de su propia versión de Pinocho de 2002, donde él era el muñeco de madera. La música de Dario Marianelli es bella, pero quizá se hace demasiado omnipresente.