Niño caído del cielo. Tsotsi, en el argot callejero de los suburbios de Johanesburgo, Sudáfrica, significa ‘matón’. Y con este apelativo, sin nombre ni apellido, es conocido un joven negro de 19 años, que con los compinches de su banda –Boston, un profesor venido a menos, Butcher, ‘carnicero’ con alma de asesino despiadado, y Aap, un tipo simple, leal pero con menos sesera que un mosquito– ejecuta todo tipo de actos delictivos. Tras una discusión con otros pandilleros, en los que hay sangre, Tsotsi huye en solitario. Y atraca a una mujer, llevándose su formidable automóvil. Lo que no ha advertido es que en la parte de atrás tiene un inesperado viajero: un bebé. De modo casi irracional, decide llevarse al bebé y tenerlo en su cochambrosa casa, una miserable chabola en la que vive solo. Ver al pequeñín despierta unos desconocidos sentimientos de ternura en Tsotsi. ¿Añoranza de la inocencia perdida? ¿Un deseo no manifestado de poder ser como él, y tener toda la vida por delante? Este film se llevó el Oscar al mejor título extranjero, venciendo a las superiores Sophie Scholl y Feliz Navidad, y a la favorita Paradise Now.
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