Las vacaciones son una oportunidad de oro para bajar nuestra intensa relación –y la nuestros hijos– con los dispositivos móviles, y aprovechar los beneficios de un mayor contacto con la realidad, el aquí y el ahora.
‘Acostumbrados a estar toda la familia junta no más que las 48 horas de los fines de semana (y en algunos casos, ni eso), el mes de vacaciones se presenta como un reto de convivencia, de comunicación, de exprimentación, de innovación… Fuera de la rutina encorsetada de horarios atropellados, cada verano nos abre la puerta a reforzar el vínculo con nuestros hijos con mayor densidad de actividades conjuntas y en lugares diferentes, desvinculados del trabajo y el estudio. El tiempo detenido favorece las conversaciones, las contemplaciones, los juegos improvisados y la oportunidad de experimentar sensaciones extrañas, pero muy beneficiosas, como la de no tener nada que hacer.La conexión permanente a los dispositivos móviles, con el patrón de comportamiento que conlleva, se perfila como una bola de acero atada al tobillo en ese anhelo de desconectar y de relacionarnos con la realidad de manera más intensa. Es lo que la experta en Programación Neurolingüística Juliana Manrique llama “desconectar para conectar”. “Precisamente, las vacaciones de verano son una oportunidad para trabajar otras partes del cerebro que no desarrollamos el resto del año en esta vida tan imbricada con la tecnología digital”, recomienda Manique, coach educativo de la Fundación Humanae. “No desconectar de eso conlleva atrofias de ámbitos cognitivos que, de otra forma, podríamos desarrollar”, advierte. También genera “atrofias emocionales”: “Si estás pendiente del móvil cuando estás en familia, se te escapan emociones de tus hijos y de tu pareja”. “La conexión con la realidad”, asegura, “nos hace mejorar en habilidades sociales, en la manera de relacionarnos”. Por ello, Manrique recomienda que dediquemos las vacaciones a practicar lo que llaman “mind fullnes”, que no es otra cosa que “estar a lo que estás, concentrado en lo que estás haciendo”: lo contrario a la multitarea. Para ello, en caso de estar en conversación con la familia, o manteniendo alguna actividad, es esencial no tener a mano ni el teléfono ni el Ipad, ni la tele puesta. “Cuando dejas el whatsapp, se abre ante ti un mundo nuevo de posibilidades porque estás más atento a lo que te rodea”, señala. En el mismo sentido, considera que “no es bueno dejarle a un niño el Ipad a la primera de cambio para que nos deje en paz” y que, “si lo hacemos, debemos saber a priori que será por un tiempo limitado”. “Su cerebro”, recuerda, “está en desarrollo y sus habilidades se van perfilando en función de aquello a lo que se le acostumbre”. En los niños, la “desconexión” se traduce en conexión consigo mismos: “Aumentan su creatividad, su reflexión, su curiosidad, surgen preguntas, brotan inquietudes y se habla de ellas…”
El efecto pantalla Preocupada por cómo afecta la sobreestimulación de los dispositivos audiovisuales en el desarrollo de los niños y en su relación con la realidad, la conocida escritora canadiense Catherine L’Ecuyer acaba de publicar Educar en la Realidad (Plataforma Actual). En declaraciones a PADRES, la autora del best-seller Educar en el Asombro advierte de que la dinámica de atención a la que someten las pantallas “hace que los niños tengan cada vez más dificultad para concentrarse, para que una actividad les absorba durante mucho tiempo, lo que lleva a un estado que les hace oscilar entre el aburrimiento y la ansiedad”. L’Ecuyer advierte de otra cuestión en su nuevo libro: “Cuando un niño está saturado por los estímulos del entorno, se adormece su deseo de conocer y deja de desear. Pasa de ser un pequeño emprendedor a un gran consumidor”. Por ello, la escritora incide en la oportunidad única que significan las vacaciones estivales para reencauzar el desarrollo cognitivo de los niños por otras vías, más pegadas a la realidad, al ritmo de la realidad.CONSEJOS PARA DESCONECTAR 1 Aprender a descansar: identificando aquello que nos lo impide y generando ambientes en los que no haya prisa. “No es fácil”, advierte Juliana Manrique, “hay que practicarlo y empezar por pequeñas cosas: salir al campo, hacer ejercicio, ir al teatro…”
2 Generar nuevas opciones. Dar al cerebro un alimento diferente al que le hemos dado el resto del año y que esté marcado por el disfrute
3 No dejar cosas pendientes en el trabajo (en la medida de lo posible) para no estar pendientes del trabajo (vía correo y teléfono).4 Mantengamos móviles y Ipads fuera del campo visual. El vínculo permanente con el móvil mantiene la falta de sosiego, la necesidad de inmediatez y de actividad permanente, la atención múltiple, típicas del periodo laboral. Ello transmite ansiedad a nuestros hijos. 5 Practicar ‘mind fullnes’: concentrarnos en lo que estamos, con quien estamos, donde estamos… la realidad, en definitiva. 6 Hacer que los niños también lo practiquen limitando el acceso a las redes sociales virtuales y al entretenimiento en pantallas cuando estamos en grupo, hablando, visitando algún lugar… 7No ceder a la petición de pantalla de los niños. El aburrimiento puede ser el principio del juego y de la creatividad. 8 Evitemos el entretenimiento pasivo. Embarquémosles en desafíos adaptados a su edad. 9 No desechar la tecnología; sólo hacer un uso consciente y limitado de ella. 10 Dormir bien. El descanso correcto es fundamental.