Ficha: 98 min. | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2017 País: Finlandia Dirección: Aki Kaurismäki Intérpretes: Sakari Kuosmanen, Sherwan Haji, Tommi Korpela, Janne Hyytiäinen, Nuppu Koivu, Kaija Pakarinen, Ilkka Koivula, Tuomari Nurmio, Kati Outinen Por avatares de la vida acabarán cruzándose en Helsinki las vidas de dos personajes muy diferentes. A Wikström, viajante que vende camisas, le acaba de echar su esposa de casa, pero logrará reunir un capital que le permite comprar un restaurante y regentarlo. Mientras que Khaled es un joven refugiado sirio, quien tras una accidentada peripecia está a la espera de que le concedan asilo político, mientras trata de dar con el paradero de su hermana pequeña, a la que perdió de vista en Hungría. Aki Kaurismäki. He aquí un cineasta con un mundo y un discurso propios, una mirada y una forma de hacer las cosas reconocibles, unos temas que no son nuevos. Y sin embargo, todo es nuevo, se trata del espíritu joven de un finés que cuenta 60 años, y al que preocupan los problemas de la sociedad en que vive, hasta el punto de abordarlos sin complejos, carente de acritud, con mirada agridulce y anhelo de esperanza, a pesar de los pesares. Las señas de identidad de Kaurismäki son más que reconocibles. Personajes lacónicos, donde la máxima expresión de alegría que cabe esperar es el esbozo de una sonrisa, y con la mirada perdida en la distancia. No hay movimientos bruscos. Situaciones de intenso dramatismo, o de denuncia de la injusticia, rehúyen el aspaviento. Ningún tipo es mirado con desprecio o crueldad, incluso los nazis descerebrados en busca de bronca. El humor es fino, al igual que el suspense, esa partida de póker que es un verdadero prodigio de dominio escénico. Y tenemos una paleta de colores primarios pastel, muy característica. Además, a pesar de estar en el año 2016, los objetos son puro retro, de otra época, como una máquina tocadiscos; sólo algún móvil o un cartel de Buscando a Dory en la estación de tren, nos recuerdan en qué época nos encontramos. Y a ello sumamos actores habituales del cineasta, cuya presencia en bastantes casos se reduce a lo que suele llamarse un cameo, piénsese en el caso de Kati Outinen. Pero quizá el virtuosismo de este gran director y guionista, en este caso, consiste en entregar un cóctel con muchísimos elementos argumentales utilizados en otros de sus filmes, sin que dé la impresión, para nada, de que lo suyo es puro refrito. Inmigrantes ilegales, palizas injustas, cantantes roqueros, la atención de un restaurante, negocios ruinosos, condiciones laborales, se integran felizmente en una trama de sencillez conmovedora, nada ingenua, que recuerda a Occidente la tragedia de unas personas que buscan una vida mejor, y que a veces encuentran una respuesta solidaria más generosa y acogedora en otros refugiados que en los que gozan de una vida cómoda. A veces, pues también los “nativos” pueden dejarse guiar por el sentido de la justicia y una elemental humanidad. Kaurismäki evita cargar directamente contra nadie, él no parece ser antinada. Simplemente trata de despertar la conciencia cauterizada del espectador, poniéndole frente a las contradicciones del sistema, que a pesar de sus muy engrasados mecanismos para atender a los inmigrantes, los expulsa negando la evidencia del riesgo al que vuelve a exponerlos. Coprotagoniza el film Sakari Kuosmanen, habitual del cineasta, con un recién llegado debutante, Sherwan Haji, sin duda seleccionado en un casting organizado al efecto, y que se ajusta a las peculiaridades estilísticas de Kaurismäki. Firma: José María Aresté