Una investigación de la UPV/EHU con 3.000 estudiantes identifica las principales conductas de acoso y propone un programa de prevención

 Cyberacoso-Informatica-LegalUna mañana de mediados del pasado mes de septiembre, Rebecca Ann Sedwick, una niña de 12 años que vivía en Lakeland (Florida), cambió su perfil en el servicio de intercambio de mensajes al que vivía encadenada, convirtiéndose en ‘That dead girl’ (esa chica muerta). Camino de la escuela, se desvió hacia una cementera abandonada. Subió a una torre y saltó. Un mes más tarde, la detención de dos compañeras de colegio de 12 y 14 años, acusadas de haberla acosado durante más de un año, disipó las pocas dudas que podían quedar acerca de las razones que indujeron a la pequeña a lanzarse al vacío.

Entre un fogonazo y otro, millones de menores viven atrapados en una espiral de acoso, terror y humillación que se gesta en el mundo virtual pero tiene consecuencias muy reales. Si bien el ciberbullying o ciberacoso, a diferencia del su precedesor el bullying o acoso presencial, no implica necesariamente agresiones físicas, tiene perfiles especialmente perversos. Y, aunque no siempre provoca reacciones tan drásticas como la adoptada por Rebecca y otros muchos adolescentes en los últimos años, a corto plazo pueden derivar en la marginación y el aislamiento de la víctima y, a medio y largo plazo, tener graves consecuencias psicológicas, ya que «corroen la autoestima y crean inseguridad y miedo».

La convicción de que conocer con precisión qué está ocurriendo es vital para poder prevenirlo, así como la creciente preocupación social por las conductas violentas entre iguales, tanto ‘cara a cara’ (bullying) como a través de las nuevas tecnologías (ciberbullying), condujeron a Maite Garaigordobil Landazabal, catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológico de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU, y directora del grupo de investigación ‘Evaluación Psicológica’ a desarrollar un proyecto de investigación denominado ‘Cyberbullying: Prevalencia en el País Vasco, conexión con variables personales y familiares, y programa de prevención e intervención’, financiado por el Ministerio y por el Departamento vasco de Educación del Gobierno Vasco.

La investigación llevada a cabo con 3.026 adolescentes y jóvenes de Euskadi de 12 a 18 años, estudiantes de Educación Secundaria y Bachiller, no sólo ha permitido conocer mejor el fenómeno. Ha dado muchos más frutos, que pueden resultar muy útiles de cara a establecer mecanismos de prevención.

Desde el punto de vista cuantitativo, el informe muestra que en el último curso siete de cada diez jóvenes vascos de entre 12 y 18 años han estado implicados de algún modo en situaciones de ciberacoso. De ellos, en concreto, el 69,8% de los participantes han sufrido situaciones de ciberbullying como víctimas (30,2%), como agresores (15,5%) o como obser vadores (65,1%).

Las quince conductas evaluadas por el equipo de Maite Garaigordobil, que se recogen en el gráfico adjunto, constituyen un completo catálogo de actitudes que, desde la agresión verbal directa a técnicas más sutiles de humillación y amedrentamiento, buscan hacer el mayor daño posible. Ese ranking de horrores tiene su propia jerarquía y, como indica Maite Garaigordobil, «las seis conductas de ciberbullying que ocurren con mayor frecuencia son el robo de contraseña; las llamadas anónimas con el fin de asustar y provocar miedo; el envío de mensajes ofensivos e insultantes; decir mentiras y difundir rumores para hacerle daño; la suplantación en el blog de otra persona haciendo comentarios difamatorios, mentiras o contando secretos, y las llamadas ofensivas e insultantes».

Las chicas, más víctimas

Hasta el 10% de los jóvenes que participaron en el estudio aseguraron que en el último año habían sido objeto del robo de la contraseña, y prácticamente el mismo porcentaje había recibido llamadas anónimas que tenían como finalidad atemorizarles. Algunos incluso han sufrido muchas de las conductas evaluadas, y no es difícil imaginar su tormento. El estudio también refleja que las chicas son más víctimas que los chicos en varios parámetros, como llamadas anónimas, acoso sexual, suplantación de personalidad o ser objeto de difamación y rumores para desprestigiarle a través de Internet. Respecto a los ciberagresores, el estudio ha encontrado que ellos son más activos en nueve de las conductas analizadas, aunque el porcentaje de acosadores es similar en ambos sexos (50,3% chicos y 47,7% chicas).

El equipo dirigido por Garaigordobil ha creado «un programa de intervención para prevenir y reducir el ciberbullying, ‘Cyberprogram 2.0’, que hemos implementado con varios grupos de adolescentes». La evaluación experimental ha confirmado que entre los jóvenes que realizaron la experiencia, comparados con aquellos que no tuvieron esa oportunidad, han disminuido las conductas de acoso y ciberacoso. «El programa ha mostrado ser una herramienta eficaz, y esperamos que progresivamente los centros educativos desarrollen experiencias de este tipo como medio de prevención y reducción de la violencia entre iguales en todas sus formas de expresión», concluye Maite Garaigordobil.

Fuente: Nerea Azurmendi (www.elcorreo.es)