Yo, robot (2004)

Film situado en el año 2034, basado libremente en los relatos de Isaac Asimov y en sus famosas tres leyes de la robótica: 1) Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o por su pasividad, permitir que lo sufra. 2) Un robot debe obedecer las órdenes de un humano, a no ser que entren en conflicto con la primera ley. 3) Un robot debe autoprotegerse, a no ser que esto entre en conflicto con las otras dos leyes. La trama describe la investigación del asesinato de un conocido científico, diseñador de robots, a cargo del detective Spooner. El principal sospechoso de esa muerte es un robot, Sonny, lo que podría ser un escándalo mayúsculo, en vísperas de una comercialización masiva de androides a cargo de la empresa U.S. Robotics. La psiquiatra de robots Susan Calvin ayudará al policía en su investigación, aunque ella no deja de advertir en él una animadversión hacia los robots, que hunde sus raíces en un hecho traumático del pasado.

Estupenda historia futurista, cuyas magníficas escenas de acción y efectos visuales no son obstáculo para cuidar una trama entretenida, donde las piezas encajan, y con resolución más o menos sorprendente e inquietante. No en vano dirige la película Alex Proyas, que ya nos ha dejado buenas piezas de cine fantástico en El cuervo y, sobre todo, en Dark City. Ya sólo el arranque, en que el poli (encarnado con convicción por Will Smith) persigue a un robot que ha robado, aparentemente, un bolso a una señora, es todo un alarde de ingenio, que sirve para recordar las tres leyes y la suspicacia de Spooner con los robots. El film ahonda en la idea de una humanidad cada vez más deshumanizada y solitaria, que contrasta con el robot Sonny, que empieza a presentar reacciones de auténtica persona. Y logra ser coherente en la explicación del comportamiento anómalo de los robots. La ciudad de Chicago, tal y como podría ser en el futuro, está muy bien representada, con imágenes de la ciudad conocidas a las que se añaden digitalmente edificios, como el de U.S. Robotics, o un moderno tren monorraíl.