La invención de Hugo (2011)

Arreglar lo que está roto

Arreglar lo que está roto

París, tras la Primera Guerra Mundial. El pequeño Hugo Cabret, que ha heredado de su padre el gusto por los inventos, se ha quedado huérfano. Y tras desaparecer su viejo tío borrachín, que se ocupaba del mantenimiento del reloj de la estación de tren, vive solo en la torre, junto a la complicada maquinaria que ayuda a marcar las horas, sin que nadie lo sepa. Toda su ilusión es poner en marcha un autómata que andaba reparando su padre, y que cree que le ayudará a dar un sentido a su vida. Le ayudará Isabelle, que siempre ha deseado vivir una ventura, y se encuentra bajo la tutela de sus padrinos Georges y Jeanne. El viejo Georges regenta una tienda de juguetes mecánicos, de la que de vez en cuando Hugo birla piezas, y está amargado por algún suceso indeterminado del pasado.

Imaginativa adaptación de un libro infantil de Brian Selznick -pariente del mítico productor David O. Selznick-, con guión de John Logan, que ya había colaborado con Martin Scorsese en El aviador. Por fin el director italoamericano entrega una película infantil disfrutable por pequeños y grandes –no nos parece que el “ladrillo” Kundun entre en las categorías de “infantil” y “disfrutable”–, su historia de un huérfano al que intenta capturar el lisiado y cuadriculado inspector de la estación, que trata de resolver un enigma atravesando mil aventuras en compañía de una amiga, con la moraleja de encontrar el propio sitio en el mundo, arreglando lo que está roto, está perfectamente servida. Nunca es ñoña y desprende emociones genuinas, tiene magia y el encanto de un relato de Charles Dickens.