Camino a la perdición (2002)

 

Una historia de padres e hijos

Años de la Depresión. Michael Sullivan es un matón de una banda de gángsters irlandeses. Reservado y concienzudo, sirve con lealtad a su jefe, el mafioso John Rooney, una figura casi paterna para él. De hecho Rooney ve más un hijo en él que en Connor, su auténtico vástago, un tipo débil, taimado y con complejos, una verdadera decepción.

Pero Michael es un tipo triste. Hace lo que le encomiendan, pero se adivina que desea una vida mejor para sus hijos. Lo cual puede que no sea posible cuando su primogénito, un chaval llamado también Michael, se convierte en testigo de un crimen. La banda de Rooney trata de eliminarlo, lo que obliga a Michael padre a replantearse el sentido de su vida. Comienza una huida hacia delante, con la persecución implacable de Harlen, un asesino despiadado al que le encanta fotografiar a sus víctimas.

Sam Mendes confiere a la historia original un aire de tragedia a lo Shakespeare. Las relaciones entre padres e hijos tienen una fuerza enorme, así como el peso del destino y el ejercicio de la libertad para intentar cambiarlo. Además, el director no firma la clásica película de gángsters. De algún modo parece como si el tiempo se hubiera detenido en su film, domina un cierto aire de irrealidad: hay planos claramente oníricos (los que abren y cierran el film, la gente leyendo el periódico en la estación…) y ambientes como de ensueño.

Mendes explica que el “corazón del film” consiste en “dos padres en el camino de la mutua destrucción. Trata del legado que los padres dejan a sus hijos. Los mundos secretos donde habitan los padres.” Y una vez más –se nota que procede del mundo del teatro– demuestra ser un gran director de actores: Hanks, Newman, Law y Craig están sensacionales, así como el adolescente Tyler Hoechlin.

No resulta habitual ver a Tom Hanks en la piel de un frío asesino, una difícil composición, firme candidata al Oscar. Para subrayar la ambigüedad moral del personaje, Sam Mendes optó por fotografiar al actor a cierta distancia. Y explica su decisión así: “Tom es un actor al que el público cree conocer muy bien. Y queríamos que tuvieran que hacer un esfuerzo para intentar penetrar en el mundo interior de los personajes, especialmente en el suyo. Quería arrastrarlos a un cierto nivel en el que no recibieran las señales acostumbradas. Así que escena tras escena Tom aparece parcialmente a oscuras, visto en el umbral de las puertas, sumergido en la sombra para luego volver a aparecer. Usamos siempre objetivos cortos y nos mantuvimos a cierta distancia de él.”