De tal padre, tal hijo (2013)
El intercambio
Un matrimonio, padres de un único hijo, un niño de ocho años, reciben una llamada del hospital donde ella dio a luz con una sorprendente revelación. Un error inexplicable condujo en aquel tiempo a que el matrimonio intercambiara su bebé con el de otra pareja. Ambas familias se conocerán, y surge el dilema de si deben dejar las cosas como si nada no hubiera ocurrido, o poner a los chicos bajo la tutela de sus auténticos padres de sangre. Dilema intensificado porque uno y otro hogar son muy diferentes. En el primero, aparte de contar con un solo hijo, domina la cultura del esfuerzo y la disciplina, el padre ocupa un importante puesto en una empresa, y cree que su vástago debe luchar igual que él para ocupar su puesto en la vida. El otro lo forma una familia modesta y numerosa, donde hay menos sobreprotección y más humanidad.
Magnífica película del japonés Hirokazu Koreeda, director y guionista, que ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Sigue la línea humanista de sus ilustres compatriotas Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu, aunque con personalidad propia, sin caer en el puro mimetismo. Con adecuada parsimonia, Koreeda se toma su tiempo para describir a los personajes y las relaciones de padres e hijos, la influencia de las generaciones mayores sobre las más jóvenes, e incidiendo en la idea de que el aprecio o los reproches hacia los progenitores no tienen por qué conducir a repetir los mismos errores; se puede aprender y mejorar, sin plantearse disyuntivas tremendistas y excluyentes, cuando se tiene apertura de mente, magnanimidad.
No hay espacio en De tal padre, tal hijo para los sentimientos facilones, los reproches exagerados o la amargura producto del pesimismo. Gracias a la cámara de Koreeda tiene uno la sensación, simplemente, de ser testigo privilegiado de unos de esos pequeños grandes dramas con los que se teje la existencia humana, donde asoman los detalles de cariño y las desavenencias conyugales, o distintos modos de enfocar la educación. Los actores son estupendos, tanto los adultos que componen los dos matrimonios, como los pequeños víctimas de un intercambio, en cuyos detalles, al fin conocidos, también se descubren pequeñas miserias.