La canción de los nombres olvidados (2019)

Desaparecido

Desde que era un niño prodigio, Dovidl Rappoport se ha preparado para su gran momento de debutar tocando el violín en un prestigioso escenario londinense. Pero esa gran noche de 1951 no aparece, desaparece sin dejar rastro dejando colgada a la familia que le acogió, y al que era su gran amigo, Martin Simmonds. Con un juego narrativo de flash-backs y flash-forwards, se nos cuenta la infancia de Dovidl, cuando su padre judío residente en Varsovia lo dejó a cargo de los Simmonds, que prometen respetar sus creencias religiosas. El chico tiene un gran talento, pero es de carácter difícil, y el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el incierto destino de su familia le hacen mella.

El canadiense François Girard vuelve a abordar una trama donde tiene importancia primordial la música, como lo hiciera anteriormente en El violín rojo y El coro. En esta caso adapta una novela de Norman Lebrecht, que convierte en guión Jeffrey Caine, responsable de los libretos de El jardinero fiel –otra adaptación– o Exodus: Dioses y reyes, trama judía por excelencia, la bíblica historia de Moisés y el éxodo del pueblo de Israel.

Girard acierta al crear intriga, y funciona la estructura narrativa de indagación sobre el paradero de Dovidl por parte de un Martin adulto, que le lleva a viajar a lugares diversos como Varsovia y Nueva York, y los recuerdos del pasado y de cómo se forjó la amistad de los dos protagonistas.

Aunque hay algún momento más forzado, o del que se habría agradecido un mejor desarrollo –las mujeres en las vidas de ambos, apenas esbozadas, el otro músico polaco que perdió la cordura–, capta la atención del espectador, y se acepta el momento-revelación que tiene lugar la noche del concierto perdido, hay que decir que a partir de ese momento la película se eleva, con grandes momentos musicales. Y dejando espacio para las ideas de rechazo y aceptación de la voluntad de Dios ante las desgracias y el sufrimiento, siempre entretejidas en la historia del holocausto, el destino terrible de tantísimos judíos en los campos de exterminio como el de Treblinka. Los actores están muy bien, tanto en la versión adulta de sus personajes –Tim Roth y Clive Owen–, como en los que interpretan su infancia y adolescencia, estos absolutos desconocidos.